Los toros y los comisarios

Los toros. Es un recuerdo mágico que proviene de aquella tarde, algo imprecisa en el tiempo, en que entré por primera vez a la Plaza de Toros México.

Los colores, los trajes de los toreros, brillando como solo pueden brillar en el ruedo, la música, el olor a los puros y esa sensación permanente de misterio.

Y luego el toro, su bravura, su instinto de lucha y la irrupción de una fiesta antigua, como un rito, en la que convergen historias y tradiciones, que es española pero mexicana a la vez, como lo muestra la persistencia de más de cinco siglos.

Porque, hay que tenerlo presente, el toreo en México imprimió una sensibilidad nativa, artística y de una sofisticación pocas veces igualada, distinta.

En efecto, el toreo no es un cascarón, es la construcción de una cultura.

Hace unos días, un juez concedió una suspensión definitiva para prohibir las corridas de Toros en la Plaza México.

Es una determinación que se puede prolongar mucho tiempo, inclusive años, en lo que los diversos tribunales resuelven el fondo del asunto.

A ello hay que sumar la iniciativa que está pendiente de resolución en el Congreso CDMX para cancelarlas de modo definitivo.

Los autores de ese disparate son los mismos que condenaron a los circos a la extinción y que lograron que la crueldad contra los animales se potenciara en una de sus peores formas: el abandono.

Los toros 

¿Cómo llegamos a este punto? Creo que, a los taurinos, ese conglomerado de aficionados, empresarios, toreros, ganaderos, autoridades y todos los que convergemos de algún modo en la fiesta brava, nos faltó determinación y coraje.

Sí, es difícil plantar la cara en una época donde la cancelación se adueña de la discusión y la convierte en ruido e insulto, pero igual había, hay que hacerlo.

Mientras La Plaza México esté cerrada para los toros, convendría reflexionar sobre lo siguiente:

¿Es válido que se cercene así una tradición arraigada en el pasado?

¿El mudo taurino no piensa alzar la voz, dar con firmeza su punto de vista?

¿Es una buena idea permitir que el pensamiento autoritario se apodere así del espacio público?

Porque, no hay que ser ingenuos, la prohibición de las corridas de toros puede ser el eslabón de muchas más restricciones.

Hay muchos comisarios dispuestos a la imposición y a la destrucción.

Hace años, ya décadas, El Viejo Topo, aquella revista emblemática de la izquierda española, se ocupó de lo que llamó “los asesinos del placer”.

Sí, ya se intuía desde los años ochenta, el daño que harían los políticamente correctos, pero a la vez extraviados en diversos fanatismos y desplantes.

Estamos ante algo similar, aunque más profundo.

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