Coatepec Harinas: la puerta del infierno

Ciudad de México.- Las matanzas de policías se están haciendo frecuentes. Este jueves, en Coatepec Harinas en el Estado de México murieron 13 policías, en una emboscada, ocho elementos de la Secretaría de Seguridad Pública y cinco ministeriales de la Fiscalía de Justicia.

En 2019, en Aguililla, Michoacán 14 elementos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, fueron abatidos, cuando intentaban realizar una detención.

En Coatepec Harinas, las fotos muestran una escena horripilante de sangre y cadáveres y las marcas en las camionetas dan cuenta del poder de los fusiles. Los audios impactan por la desesperación de los policías solicitado auxilio: “¡Nos están disparado!, apoyo de favor…”

TE PUEDE INTERESAR: El Pentágono, como en tiempos de la Tuta 

Al margen del grupo delictivo que haya perpetrado la agresión, en esa zona operan la Familia Michoacana y el Cártel de Jalisco Nueva Generación y suelen ser muy violentos.  

Es importante que asumamos a cabalidad el tamaño y la profundidad del espanto. No hay nada más pernicioso que normalizar la violencia.

Uno de los errores que propició la violencia en el pasado, antes de sus grandes crestas, fue cuando no se enfrentó a los crímenes contra policías y fuerzas de seguridad con la oportunidad debida.

Los bandidos creyeron que podían disponer de la vida de los servidores públicos y se desató el infierno que aún ahora nos envuelve.

Aprendamos de otros países, donde la muerte violenta de cualquier uniformado, es una afrenta que tiene consecuencia y muy graves para los perpetradores.

Lo que ocurrió, conviene insistir en ello, es un desafío a las propias autoridades, porque revela que se puede cruzar cualquier frontera, por bárbara que sea. Esto nos dice mucho de la descomposición que no ha hecho sino aumentar en los últimos años, debido a estrategias fallidas, pero también a falta de voluntad para enfrentar la inseguridad con todo lo que ello implica.

Cuando los policías mueren así, se expande el desaliento y la frustración, se golpea a la moral. Será muy importante que las familias de los fallecidos encuentren cobijo y solidaridad de sus superiores, pero también de la sociedad.

Ser policía se está convirtiendo en una actividad de alto riesgo y bajas recompensas. Llevamos años tratando de fortalecer a las policías, pero es como el mito de Sísifo, donde no hay forma de llegar a la meta sin ser aplastados.

Mientras las policías no sean valoradas, poco avanzaremos en el objetivo de construcción de la paz, donde impere la seguridad ciudadana.

Imprimir artículo Síguenos en Google News

Post más visitados en los últimos 7 días