Oriente en conflicto: cuando comienzan las guerras, ya nada va bien

Mi amigo

Las grandes guerras inician en los detalles. El asesinato de un archiduque o la invasión a un territorio. Por regla general, los testigos de estas situaciones no tienen la visión de campo y temporal suficiente para calibrar lo que está por ocurrir.

Corrijo, algunos sí tienen la facultad de predecir la tormenta en cielo soleado, pero como a Casandra, nadie les cree.

Mi abuela solía recordar que escuchó, por la radio, la declaración de Guerra entre Francia y Alemania en un pequeño restaurante en París que tenía el nombre de “Tout va trés bien” (Todo va bien).

Estaba con sus padres comiendo algún aperitivo. Para ella resultó un momento extraño y hasta cierto grado absurdo el ligar aquel nombre a un movimiento telúrico que ensombrecería a Europa.

Algunos comensales gritaron el “viva Francia” de rigor en ese tipo de situaciones, quizá otros propusieron entonar la Marsellesa, pero pocos repararon en que lo que tenían que hacer era prepararse para sobrevivir.

Tampoco es que ignoraran que Adolf Hitler sería capaz de acciones contundentes, era evidente que el tipo no tenía noción de los límites y una maldad cincelada en una ideología delirante, pero quizá albergaban algún tipo de esperanza antes del desastre que se avecinaba.

Muchos años después, me tocó atestiguar un momento por demás inquietante, cuando en enero de 1991, en un corte informativo que protagonizó el propio Jacobo Zabludovsky, la corresponsal de Televisa en Israel afirmó que tenía conocimiento que desde Irak se habían lanzado misiles nucleares en contra de Israel.

Era la Guerra del Golfo y todo adquiría verosimilitud, aunque en el fondo se supiera que Sadam Husein no tenía armamento de ese tipo, como tampoco artefactos biológicos de destrucción masiva años después.

De ahí que el ataque de cientos de drones que lanzó Irán en contra de Israel pueda tener múltiples significados. Por fortuna, los daños fueron menores, porque el sistema antimisiles funcionó del modo adecuado y porque ello permite que la situación no escale en este momento.

El mundo contuvo la respiración, pero más vale que funcione la diplomacia y que se evite que se desate un conflicto que puede cambiar el destino de la humanidad.

Sí, asumámoslo, nada irá ya bien, pero hay que trabajar, día con día, para que no sea peor, porque hay una trampa con Casandra y con la historia y es la broma macabra de mostrarnos la fuerza de las cosas cuando ya no hay remedio.

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