Alejandro Moreno. Las responsabilidades políticas. De eso se trata el juego en el que está metido el PRI.
¿Ganaron o perdieron? ¿Las derrotas son atribuibles a su dirigencia? ¿Las victorias también, o esas no?
En efecto, la contienda del domingo pasado arroja señales diversas.
Por un lado, los priistas perdieron dos estados clave, Hidalgo y Oaxaca, pero al mismo tiempo ganaron en Durango y apoyaron de modo importante en la victoria del PAN en Aguascalientes.
En Tamaulipas hicieron a un lado diferencias históricas con los panistas y el resultado de la elección se tendrá que resolver en el Tribunal Electoral por lo cerrado de los resultados y por las múltiples irregularidades que ahí se cometieron.
Esto es, en tres estados la pelea fue fuerte con Morena.
Hay datos interesantes. Morena y aliados obtuvieron 2 millones 591 mil 782 votos, frente a 1 millón 945 mil 962 sufragios de las candidaturas de Va por México o de sus partidos en solitario.
Es ese universo, el PRI sumó 818 mil 924 votos, el PAN 998 mil 544 y el PRD 128 mil 494.
Para nada hay que perder de vista que el PRI sigue enfrentado los coletazos del 2018.
La ola propiciada por la popularidad de López Obrador no se ha extinguido.
Muchos de los motivos por los que el priismo perdió en la pasada contienda presidencial están presentes.
Es decir, los errores que propiciaron el crecimiento de Morena y su llegada al poder no se han revisado con la debida atención.
Alejandro Moreno y la persecución
El PRI no ha podido o sabido encontrar su lugar en el nuevo escenario, aunque sí ha significado un dique a muchas de las aspiraciones transformadoras, muchas de ellas reaccionarias, de la actual administración.
Su participación en la alianza Va por México ha sido fundamental y por ahora han resistido a nivel legislativo.
Alejandro Moreno está en el centro de la tormenta por esas y otras razones.
Se van sumando voces que piden su renuncia a la dirigencia del partido.
José Encarnación Alfaro, Fernando Lerdo de Tejada, Roberto Madrazo y José Ramón Martell son algunos de los que sostienen que es tiempo ya del relevo.
Otro factor, son las múltiples acusaciones que enfrenta el líder de los priistas.
Audios, obtenidos ilegalmente, que revelen una faceta vergonzosa de quien también gobernó Campeche y una serie de sospechas sobre su patrimonio.
Sí, Alito enfrenta una persecución política de una magnitud que no habíamos visto.
No se trata de victimizarlo, pero sí de observar un escenario político y judicial bastante evidente.
A Alito no lo persiguen por su pasado, sino por su probable futuro.
Esa es la clave, porque de cómo se resuelva puede depender inclusive la Reforma Electoral, una amenaza persistente a nuestra democracia.
¿Debe renunciar? Eso no está claro, pero quizá se debería ponderar sobre las consecuencias, malas o buenas, de un relevo en la antesala del 2024.
¿Sin Alito se mantendría la alianza de Va por México? No lo sabemos, pero tampoco si ese acuerdo puede continuar con un asociado que está bajo ataque.
Sería absurdo no detenerse en la obviedad de los grupos, en lo que queda del priismo, que quisieran replantear sus alianzas para acercarse a Morena, con quien tienen múltiples convergencias.
Están también, claro, los que quisieran un PRI a la altura de la actual circunstancia, competitivo y ganador.
En política, la realidad se impone y quizá por ahí se debería iniciar.
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