Se me cayó el corazón al ver el pueblo en escombros y que las máquinas terminaron de destruir

Oaxaca, Oax. “A mí se me cayó el corazón. Ese día me enfermé. Me enfermé de la tristeza que me dio ver que el pueblo estaba en escombros y que los escombros los fueron a tirar al río”, confesó María Isabel Grañén Porrúa, presidenta de la Fundación Alfredo Harp Helú, al recorrer el Istmo de Tehuantepec después del terremoto del 7 de septiembre de 2017.

Durante el Informe anual de la Fundación donde dio a conocer que destinaron 700 millones de pesos para apoyar las zonas afectadas de México por los sismos de septiembre de 2017, lamentó que se haya tirado o demolido casas o casonas con arquitectura vernácula a cambio de 120 mil pesos que les entregaba la Sedatu mediante tarjetas de Bansefi.

“Es durísimo ver cómo la fisonomía de tu pueblo se derrumbó”, como ocurrió en Asunción Ixtaltepec donde llegaron las máquinas a terminar con la arquitectura tradicional.

En la visita que realizó con su esposo –el banquero Alfredo Harp Helú– a Ixtaltepec hablaron con una señora que tenía “una casa divina como de 7 metros de alto, espesor de dos metros de adobe con techo de madera y a la siguiente semana derrumbaron su casa. 

“La señora no sabía que su casa valía entre 2 o 3 millones de pesos y le daban 120 mil si la tiraban y la tiró cuando pudo repararse con la ayuda de la fundación”.

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