Los chapulines y la simulación

Ciudad de México.- Una de las expresiones favoritas de los servidores públicos o legisladores que llegaron al cargo postulados por los partidos que se autonombran «de izquierda» es «simulación».

La usan para deplorar una sentencia en contra, ya sea de autoridad electoral, judicial, administrativa, que rechaza alguna queja presentada por ellos, a menudo elaborada con pocos o nulos argumentos jurídicos, abundante retórica y recortes de periódico.

Pero quizá uno de los mejores ejemplos de simulación sea el proceso de registro que emitió el PRD-DF para aspirantes a legisladores locales y jefes delegacionales. En la cláusula tercera, apartado j, de la convocatoria se establece que quienes deseen una candidatura deberán «presentar por escrito el proyecto de trabajo parlamentario o de gobierno», según sea el caso.

Esos documentos, supongo, serán de carácter interno por lo que un ciudadano cualquiera no podrá conocer qué iniciativas planea proponer un aspirante a diputado, o qué mejoras específicas tiene en mente quien busca una jefatura delegacional.

Es muy probable que quienes están preparándose para saltar de un escaño a una delegación, o viceversa, no estipulen que a principios de 2018 abandonarán un proyecto que de acuerdo con las leyes debiera durar tres años.

Una de las características de la así llamada «clase política» local -además de su gusto por el dinero público y aversión por la transparencia- es su afán por preparar el salto a otro cargo aún cuando acaben de llegar a un puesto. Así, Marcelo Ebrard dijo al mes de tomar posesión como jefe de Gobierno que le interesaba la candidatura a la presidencia y quienes ocupan cargos de menor jerarquía siguen la misma lógica.

De ahí que no podremos saber si al entregar los documentos en los que se registre como candidato a diputado a la Asamblea Legislativa, Leonel Luna dirá en el apartado j que poco después de haber cumplido dos años en el recinto de Donceles volverá a abandonar el puesto para buscar una diputación federal o su tercer periodo en la delegación Álvaro Obregón.

Quien desea sucederlo en la delegación, Eduardo Santillán, tiene la misma historia. En 2009 fue candidato a jefe delegacional, llegó al puesto y en 2012 lo abandonó para buscar la diputación… que ahora deja para regresar a la delegación. La historia se repite ad nauseam en casi todas las delegaciones y escaños en la ALDF.

Los interesados seguramente dirán que las fuerzas del partido los reclaman en los cargos que buscan, que tienen una trayectoria y arraigo que los hace buscar ese puesto para satisfacción de sus electores. Sin dejar de lado la parte de razón que pudiera haber en ese discurso hay un par de cuestiones que deberíamos preguntarnos: ¿Qué huella han dejado en el Legislativo quienes ahora buscan una delegación? ¿De qué pueden presumir quienes van de las jefaturas a la ALDF?

Cada ciudadano tendrá su respuesta. Para muchos, el abandono de las calles, la deficiencia en los servicios que prestan las delegaciones, el uso del puesto como una manera de hacer negocios, como lo dejó claro el jefe delegacional de Iztapalapa, Jesús Valencia, quien sin rubor alguno buscará un escaño para ser un legislador más sometido a las órdenes del jefe de Gobierno pese a que dio contratos a «empresas fantasma» que le retribuyeron entregándole camionetas de lujo, son un anticipo de lo poco que se puede esperar de estos personajes:

EN EL BALCÓN: ¿Un ejemplo de simulación? ¿Qué tal el tuit que acompaña a este texto? En noviembre el delegado en Cuauhtémoc, Alejandro Fernández, anunció que no renunciaría anticipadamente a su cargo para buscar otra candidatura. Sólo hizo falta un mes para que cambiara de opinión. No es que su administración se haya destacado por su eficiencia pero algunos pensamos que la palabra empeñada debe valer.

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