“Aunque su matrimonio era previsible desde que vinieron al mundo, cuando ellos expresaron la voluntad de casarse, sus propios parientes trataron de impedirlo. Tenían el temor de que aquellos saludables cabos de dos razas secularmente entrecruzadas pasaran por la vergüenza de engendrar iguanas. Ya existía un precedente tremendo. Una tía de Úrsula, casada con un tío de José Arcadio Buendía, tuvo un hijo que pasó toda la vida con unos pantalones englobados y flojos, y que murió desangrado después de haber vivido cuarenta y dos años en el más puro estado de virginidad, porque nació y creció con una cola cartilaginosa en forma de tirabuzón y con una escobilla de pelos en la punta. Una cola de cerdo que no se dejó ver nunca de ninguna mujer, y que le costó la vida cuando un carnicero amigo le hizo el favor de cortársela con una hachuela de destazar”.
Gabriel García Márquez, Cien Años de Soledad, Capítulo II
Ciudad de México.- ¿Tener relaciones sexuales o amorosas con los primos o con cualquier pariente es todavía un tema prohibido? Peor que eso, las consecuencias de no respetar los límites de la sangre se verán reflejados en la estirpe: “saldrán con cola de marrano”, “serán niños con retraso mental” o “tendrán alguna deformidad”, son algunos de los argumentos con los que se busca disuadir las relaciones amorosas y sexuales entre familiares cercanos.
El fragmento de “Cien años de soledad” explica porque es mejor rechazar cualquier vínculo amoroso si se trata de un familiar, pero qué tanto de la novela es ficción y cuántas probabilidades hay de procrear un fenómeno.
Dichos como “a la prima se le arrima” no dejan duda: las relaciones entre familiares existen y se tratan como temas tabú; son más comunes de lo que pensamos, y se deben a cómo se crean vínculos desde la infancia.
Antonieta García, médica y psicoterapeuta sexual, explica que el tabú del incesto, la prohibición y el miedo, tienen que ver con la culpa y las creencias religiosas: “no buscaría un origen o una culpabilidad, tiene que ver con una sociedad que restringe la percepción del cuerpo y la libre expresión del erotismo”.
Para la especialista hay dos cosas que socialmente frenan estas relaciones: el miedo al pecado y la prohibición patológica. En caso de tener descendencia, al no contar con diversidad genética, las probabilidades de que el producto nazca o padezca algún síndrome, del cual los padres sean portadores, aumentan; pero son sólo eso probabilidades.
Fernando Flores, psicoanalista, abre la discusión: es posible que se trate de una perversión y de relaciones que no logran separarse, vínculos simbióticos que salen de la meta sana de la sexualidad que sirve para elegir pareja: “se trata de buscar fuera del núcleo familiar, y si no se puede buscar una pareja fuera de la familia, eso pervirtió la forma en que lo hacemos”.
En sociedades antiguas, las relaciones entre primos, hermanos o tíos eran algo natural. Se creaban relaciones endogámicas con el fin de preservar el linaje y los bienes. Con el tiempo, estas costumbres fueron prohibidas como un paso evolutivo de las sociedades.
Claude Lévi-Strauss, antropólogo francés, explica que el problema de la prohibición del incesto tiene un carácter ambiguo y equivoco, ya que, por un lado, tiene un aspecto cultural y, por el otro, uno natural. Cultural porque esencialmente es una regla establecida por los hombres; y natural, porque es una prohibición presocial en dos sentidos: por su universalidad, y por el tipo de relaciones que su norma impone.
Pero no debería ser extraño, finalmente nuestros primeros contactos son con las personas con las que convivimos. Flores explica: “los primeros amores durante la infancia son con los padres, las segundas relaciones más importantes son con nuestros iguales, es decir, con los que tienen la misma edad y esos son nuestros primos y hermanos”.
Según el experto, el enamoramiento del niño hacia los padres es fundamental para su desarrollo emocional, y sucede comúnmente entre los cuatro y seis años.
Cuando no se consigue realizar y superar el idilio amoroso con los padres, entonces lo hacen con los hermanos o con figuras más cercanas, con quienes conviven ya que es menos angustiante, sin embargo, esta idealización tendría que acabarse antes de llegar a la adolescencia: “si no se elimina este enamoramiento transitorio, tendríamos que ver qué ocurrió en estas relaciones que favorecen el incesto”.
Si bien el enamoramiento entre familiares posterior a la infancia no es común, no necesariamente representa una patología.“Si llega a haber enamoramientos entre primos tiene que ver con la convivencia y con que los niños también fantasean, crean imágenes. Se vuelve parte de un juego que no saben cómo separarlo, pero que la misma vida les da la experiencia de poder elegir porque conocen a más personas y cambian las expectativas”, dice Antonieta García.
Para entender las relaciones incestuosas, hay que entender cómo se crean los lazos amorosos y los vínculos: nos relacionamos a partir de amor y afecto con las personas en las que podemos confiar; esto define la manera con la que nos desenvolveremos en la vida.
El historiador Alejandro Rosas, en su libro 99 Pasiones en la Historia de México, recuerda el más emblemático ejemplo de la historia nacional: el matrimonio del general Porfirio Díaz con su sobrina, quince años menor, situación que representaba una afrenta a la sociedad.
“Hoy sabemos que cuando Porfirio Díaz se casa con su sobrina la mamá ya había fallecido, sobre este tipo de relaciones había muchos elementos, para empezar, sabían que estaba mal visto porque no se casaron por la iglesia, a través de sus cartas se puede ver a una Delfina atormentada porque no se casan por la iglesia, sólo por lo civil, tenían el problema de la consanguinidad y varios embarazos que tiene se malogran o los niños nacen pero después de poco tiempo mueren. Esto la hace pensar que se trata de un castigo divino por haberse casado primero con su tío y luego por evitar la iglesia”, recuerda Rosas en su obra.
Ahora este tipo de uniones son mal vistas pero no siempre fue así. “Coloquialmente se le conoce como relaciones incestuosas pero cuando nos referimos a este tipo de relaciones, sobre todo si hablamos del siglo XIX, podríamos llamarlas como relaciones endogámicas que era una cosa hasta cierto punto común. Quizá ahora se ven abominables en muchas casos, pero en el siglo XIX había diversas relaciones que involucraban a las familias y al interior de sus miembros”, apunta Rosas.
Más allá de que sean un acto natural o una patología, las relaciones incestuosas forman parte del abanico de posibilidades de las relaciones afectivas y/o sexuales. Sin embargo, al realizarse entre un mayor y un menor de edad constituyen un delito. “Aquí hay una cosa importante, hay que irnos con cuidado porque está implícito el uso y el abuso de poder y se puede volver un acto coercitivo, un acto de abuso sexual”, refiere Antonieta García.
En la obra de Gabriel García Márquez, la premonición se cumple, después de generaciones en las que los primos se casaron con las primas y con las sobrinas, de romances negados con tíos y sobrinos van muriendo los personajes como consecuencia de sus actos. Amaranta Úrsula, termina de parir al último de los Aurelianos y postrer descendiente de los Buendía que nace con la cola de cerdo profetizada en los manuscritos.
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