Los temblores nuestros de cada día

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Los temblores nuestros de cada día. El 19 de septiembre siempre es un día de guardar.

Por esas extrañezas de la naturaleza, tenemos que conmemorar dos terremotos, el de 1985 y el de 2017.

Más de tres décadas han significado un aprendizaje en la prevención de desastres y en la actitud de la ciudadanía ante una emergencia.

En los hechos, tenemos ya una educación que nos permite hacer frente a esos segundos en los que se decide, de modo literal, entre la vida y la muerte.

Sabemos que la alerta sísmica nos da la oportunidad de ponernos a salvo y de saber que algo grande puede ocurrir. Pero no hay que confiarse.

En 1985 no existía una alerta y en 2017 sonó unos segundos después del impacto, debido a la cercanía del epicentro.

El C5 de la capital del país es fundamental, ya que desde sus instalaciones se tiene un monitoreo en tiempo real de lo que está ocurriendo.

Con sus miles de cámaras de vigila, pero sobre todo se previene y se tiene la oportunidad de actuar. Eso hizo una diferencia sustancial hace cuatro años.

Los temblores nuestros de cada día

Aunado a ello, los protocolos en oficinas, escuelas, comercios y zonas habitacionales, funcionaron y cada quién tenía una idea de que es lo que se tenía que hacer y, sobre todo, no hacer.

Me sorprende y a la vez me maravilla como en las escuelas y en particular en los primeros grados, los niños pequeños despliegan lo que han aprendido para desalojar las aulas y ponerse en los lugares convenidos con anterioridad.

Lo hacen con calma y precisión, porque así se los han enseñado. El aprendizaje es la diferencia.

Hace unos años, en Haití, el daño más profundo de los movimientos telúricos lo provocó la réplica, porque muchas personas volvieron a sus hogares sin cerciorarse de que fueran seguros.

C-5 de la Ciudad de México.

Muchos accidentes ocurren cuando no se siguen las instrucciones elaboradas por expertos en prevención y seguridad.

Por ejemplo, hay que saber en dónde nos encontramos y si las construcciones cuentan con los certificados de seguridad estructural.

En 2017, la mayoría de los edificios dañados resultaron ser los que se habían construido con anterioridad a 1985, ya que después de la tragedia se elevaron las normas de edificación, para hacer seguras las viviendas.

Es más, en edificios construidos con posterioridad y que tuvieron daños severos, lo que imperó fueron irregularidades o franca corrupción en la forma en que fueron edificados.

Esto importa, porque hay que tener presente que el avance en el conocimiento y en la ingeniería, sí han significado una transformación beneficiosa.

Vendrán más sismos, eso es irremediable y hay que estar preparados, fortaleciendo lo que ha funcionado e innovando en lo que sea necesario.

La Ciudad de México lo sabe, porque lo entendió en episodios dolorosos, de esos que nos acordamos cada 19 de septiembre.


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