Teoría de la tolerancia

El partido

Teoría de la tolerancia. Convencidos de que la cultura es sinónimo de progreso y razón celebramos el Día de la Tolerancia el 16 de noviembre.

Se realiza como un recordatorio sobre la lucha aún pendiente contra las diversas formas de intolerancia existentes.

Esa misma idea de progreso y razón que dominó el panorama político y cultural durante siglos, la heredamos del proceso de renovación humanística que caracterizó el movimiento ilustrado.

Fue el contexto intelectual de la declaración revolucionaria de los derechos del hombre y del ciudadano, y que llegó hasta nosotros como una necesidad de mutuo reconocimiento.

Siguiendo una larga tradición de pensamiento diversos autores contribuyeron al desarrollo de la idea de la tolerancia.

Desde Marsilio de Padua hasta Erasmo de Rotterdam, pasando por Tomás Moro, Baruch Spinoza, John Locke y Voltaire.

Más recientemente aparecieron nuevas formulaciones con Max Weber, Karl Popper, Norberto Bobbio y John Rawls que en conjunto dan vida a una teoría política de la tolerancia.

Una teoría que pretende sustentar la igualdad democrática de los derechos, dado que en la sociedad tolerante lo respetado no son las ideas y creencias de las personas, sino las personas mismas.

Recordemos que los regímenes democráticos surgen como una alternativa concreta frente a la lucha de todos contra todos.

Por tratarse de un sistema basado en el conflicto -como parte constitutiva de la naturaleza humana- el pensamiento liberal y democrático incorporó el reconocimiento legítimo de las posiciones contrastantes que deben ser toleradas.

Teoría de la tolerancia

También estableció límites al conflicto mediante un marco jurídico-normativo y un conjunto de reglas políticas que sustituyeron la violencia por el voto y el debate.

La tolerancia no es indiferencia, y menos aún, indulgencia.

Es el reconocimiento del pluralismo y de la diversidad que caracteriza a nuestras sociedades.

Es también una forma de apertura, comprensión y respeto por la diferencia.

Representa una virtud pública y un valor político que permite la cooperación social y la inclusión de lo distinto.

La tolerancia es primordialmente un fruto de la duda.

El tolerante dice: creo estar en la verdad pero me podría equivocar, permítanme intentarlo y si los resultados de mis acciones son erróneos, entonces tocará a ustedes el turno.

El intolerante dice: yo tengo la verdad y los resultados de mi actividad serán siempre buenos; o conmigo o en mi contra.

La tolerancia representa un fin en sí mismo, porque privilegia la persuasión y el acuerdo sobre la fuerza.

La tolerancia no sólo representa una actitud moral y ética sino también una regla de convivencia social y política.

Ella se desarrolla a través del diálogo como una expresión ingeniosa de la palabra, capaz de abrir, incluso, al espíritu más cerrado y hostil.

Con la evolución de nuestras sociedades la tolerancia se ha transformado de precepto moral a norma jurídica, a través del reconocimiento de los derechos civiles del ciudadano.

Lucha contra la intolerancia 

Cuando ocurrió este tránsito al ámbito de la política se impuso como un código de conducta legal y civil que representó al buen gobierno (o gobierno de las leyes), distinguiéndolo del mal gobierno (o gobierno de los individuos).

Encontramos así un lento recorrido de la tolerancia desde el terreno de las controversias religiosas, morales y éticas al ámbito de la vida política democrática.

La lucha contra los fanatismos de todo tipo continúa.

El racismo, el prejuicio, la discriminación y el rechazo que actualmente sufren las minorías son más intensos que nunca.

La concepción intolerante de la política considera que el adversario debe ser suprimido con el fin de salvaguardar la propia identidad.

Frente a ella, la tolerancia se presenta como un proyecto de laicización porque invita a pensar libremente sin las ataduras que produce el miedo servil.

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