Pacto de Mezquindad

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Ciudad de México.- Según la Real Academia Española, civilidad significa urbanidad o sociabilidad. Su antónimo es la miseria, mezquindad o grosería.

Para ser menos cínicos, así deberían llamarse los pactos que suscribe nuestra clase política capitalina, tratando de curarse en salud: Pacto de Miseria, Pacto de Mezquindad o Pacto de Grosería. Cualquiera les queda, no hay uno que les desentone.

Y son cínicos porque con una mano suscriben pactos, pero con la otra actúan de manera grosera y mezquina, burlándose de los acuerdos que ellos mismos suscriben, tratando de demostrar ante la opinión pública que ellos no trasgreden la ley y que si eso sucede se trata de hechos aislados.

Hace una semana, en la colonia donde vive el autor de este Negrito, la respectiva delegación política mandó instalar módulos de atención ciudadana, en donde se brindaban servicios gratuitos de salud, orientación en protección civil y hasta de veterinario, claro, para las mascotas.

Los módulos fueron estratégicamente colocados a una cuadra de una zona escolar, en plena vía pública, sobre una avenida por donde transitan camiones de pasajeros y buena parte del tránsito de la comunidad. Eran plenamente visibles por las lonas blancas y el logo de la delegación en color amarillo y negro. Los servidores públicos recalcaban ante quienes se acercaban que este apoyo se otorgaba gracias a nuestra autoridad delegacional ¿A qué le suena?

En los tres años de esta administración, el gobierno delegacional no había llevado una clase de servicios como esos a mi colonia, hasta ahora, a un mes de las elecciones. Quise saber si algo así está permitido. Resulta que sí.

El pasado 26 de enero el gobierno de Miguel Ángel Mancera emitió un acuerdo por el que se establecen los Lineamientos para Regular la Difusión y Ejecución de Programas Sociales, con motivo del Proceso Electoral del año 2015, en la Ciudad de México.

Los lineamientos prohíben la difusión de programas sociales en medios de comunicación, el uso de recursos públicos para promocionar a partidos o candidatos y toda esa suerte de buenas intenciones que nuestros políticos locales se recetan cada que hay elecciones.

Los lineamientos no suspenden la ejecución de los programas sociales, pero sí dejan en claro que para los servidores públicos quedará prohibido formular opinión positiva hacia algún candidato o partido político. Ajá.

Para qué se publican lineamientos si de lo único que sirven es para dejar ver la suerte de trampas y la capacidad de generar un ilusionismo en torno a lo que se dice y no se hace. En los medios de comunicación proliferan las evidencias de que en todas las delegaciones se juega a diario con el ardid y el artificio.

Para qué un Pacto de falsa civilidad si se dan con todo en batallas campales como la que ocurrió en Cuajimalpa, y después salen muy sonrientes en la foto firmando esos acuerdos que sólo son por ellos y para ellos, sin que les importe un carajo una ciudadanía realmente agredida que los mira impotente.

¿Realmente nuestros políticos cambiarán con esos pactos cuando pareciera que tienen una actitud endémica a la grosería, la miseria y la mezquindad?

Partidos con ideologías tan disímbolas como Morena y el PAN se han negado a firmar el «Pacto de Civilidad» por razones como las expuestas, lo que no excluye a panistas y a los súbditos de López Obrador de ser tan mezquinos como sus adversarios, pero el hecho de que el Movimiento de Regeneración Nacional y el panismo no estén en ese acuerdo debería ser razón suficiente para abortarlo, porque carece de legitimidad.

El Pacto fue una idea que salió de la oficina del secretario de Gobierno del DF, Héctor Serrano, para decirle a su jefe que la gobernabilidad no se le ha ido de las manos. El Pacto sólo es un argumento político y mediático.

En los hechos no sirve para nada.  Como si los políticos necesitarán de un pacto para hacer lo que la ley les obliga y la moral les exige. La responsabilidad no necesita de una firma o de una foto del recuerdo, por lo que el dichoso «Pacto de Civilidad» es el negrito en el arroz.

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