Agustín, feliz de trabajar por el bienestar animal

Ciudad de México.-“Yo trabajo en una ciudad de animales donde nacen, crecen, mueren y los llegamos a querer. Hemos visto lágrimas de compañeros cuando el ciclo de vida de alguno de los ejemplares termina, a mí sí me han hecho llorar”, confiesa Agustín Altamirano Cortés, encargado del albergue de impalas en el Zoológico de Chapultepec.

 

Se dice fácil pero los 50 años de servicio al cuidado de animales, de los cuales 20 los ha vivido en el Zoológico de Chapultepec, hoy le dan a Agustín Altamirano la calidad moral para certificar que un cuidador de animales debe saber dónde está parado, trabajar en equipo y, lo más importante, “cuidar a los ejemplares como Dios manda” y por qué no, quererlos con el alma.

 

“Todo el que entre aquí debe saber dónde está parado. Todos mis compañeros del zoológico hemos tenido pláticas como trabajadores y eso es lo que nos comunicamos unos con otros.  Aquí es un equipo muy grande, si en este momento veo que un animalito está mal, inmediatamente lo reporto y verá el movimiento que hay de médicos. Vienen de todos lados para ver al animalito y atenderlo según la orden: se va a curar, se va a observación o al hospital”, asegura.

 

Sin miedo al qué dirán, Agustín admite que ama su trabajo porque si de algo está seguro es que “si no cuidamos a los ejemplares como Dios manda, no creo que se reproduzcan y la gente no podría ni conocerlos. Lo que tratamos es de darles amistad. Yo les doy amistad, más que nada. No les doy confianza porque algunos son animales que  puede tener una reacción por su naturaleza pero los cuido y les hablo”, expresa.

 

Para el cuidador de impalas, quien años atrás estuvo a cargo de las cebras, cada nacimiento registrado en el Zoológico de Chapultepec representa un logro: “un premio a mi trabajo. 

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