Todo nuevo, todo igual

Ciudad de México.- En apenas dos años −y particularmente entre julio y diciembre de este año− la vida política y la organización interna de la capital del país se habrá transformado de forma dramática. 

La última vez que se vivió un cambio de esta envergadura fue hace más de 20 años, cuando por primera vez el titular del poder ejecutivo local fue electo mediante el voto popular.

El pasado 17 de septiembre entró en vigor prácticamente la totalidad de la nueva Constitución Política de la Ciudad de México, en la cual se les reconocen a las y los chilangos un conjunto de nuevos derechos y libertades ampliadas con respecto a las reconocidas en la Constitución federal. 

Ese mismo día, también se instaló la primera Legislatura del Congreso de la Ciudad, el cual está integrado paritariamente por mujeres y hombres. Con la toma de posesión de las y los alcaldes el próximo 1 de octubre y de la nueva jefa de gobierno el 5 de diciembre, se completará uno de los periodos de transformación más profunda que haya vivido esta Ciudad en fechas recientes, pues junto con ellas y ellos toda una nueva clase gobernante llegará al poder. 

Dicho de otra forma, para el 5 de diciembre próximo tendremos nueva Constitución, leyes, derechos, Congreso, Jefatura de Gobierno, clase gobernante y, probablemente, hasta imagen institucional.

Desafortunadamente, el entusiasmo por la significativa reconfiguración que viene para la CDMX parece acotada únicamente a la clase política local y a los estudiosos de los temas de la Ciudad. 

En las calles, parece que a la ciudadanía le tiene sin cuidado la época que nos está tocando vivir. Lo que resulta aún más lamentable es que aun con la ampliación del abanico de derechos reconocidos por las leyes locales, la civilidad de las y los habitantes de la Ciudad de México parece no ser igual de avanzada que nuestra legislación.

Esto nos deja ver que no basta con tener un marco normativo moderno y garantista para poder acceder a una mejor calidad de vida en esta urbe. Pues mientras no se reconfiguren las nociones sociales arraigadas en el inconsciente colectivo chilango, difícilmente veremos un cambio positivo en nuestras condiciones de vida.

Que las condiciones económicas, sociales y culturales para vivir en la Ciudad mejoren, no sólo depende de un cambio político o de un nuevo marco legal, es necesaria la transformación de las nociones individualistas y la creencia de que todas nuestras interacciones son juegos de suma cero, para dar paso a una perspectiva más gregaria y de corresponsabilidad.

Estos cambios de los que hablo no solo tienen que ver con la actuación de las autoridades, el componente esencial es la forma en la que nos conducimos en la cotidianidad con las personas con las que compartimos los espacios urbanos. 

Necesitamos encontrar un nuevo sentido de comunidad que nos permita vivir en el entendimiento y respeto a la otredad entre vecinos, peatones, ciclistas, automovilistas, transeúntes, paseantes y autoridades.

Para que las cosas mejoren en la ciudad tenemos que empezar por asumir nuestra responsabilidad individual y cómo esta modifica la forma en la que construimos comunidad. Si queremos que esta sea una mejor ciudad debemos aprender a ser mejores ciudadanos.

Este es uno de los principales retos que enfrentará el nuevo gobierno: la actitud de los habitantes de la CDMX, a quienes deberá hacer partícipes de la transformación que buscan lograr.

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