La bomba de la izquierda

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Luis Eduardo Velázquez Director del diario y semanario digital Capital CDMX

Ciudad de México.-  Cuando la izquierda partidista en México asumió el poder de la Ciudad de México (CDMX) lo hizo de forma rupestre y sin experiencia en la administración pública. Su innovación fue fortalecer la democracia con una política social novedosa que terminaría en un triste instrumento clientelar. 

Una de las áreas estratégicas que adoptó entonces el PRD fue el Sistema de Transporte Colectivo Metro, la columna vertebral del transporte público de la capital del país. 

Pero desde un inicio nunca se pensó en su modernización, sino en una pieza más del clientelismo y ello condujo a que sexenio tras sexenio se postergara su sostenibilidad financiera. 

Se hizo del Metro una CDMX en escala, invadida por el caos y la vida informal domada por mafias aliadas al Sindicato que se pervirtió y convirtió en un poder fáctico. 

Fue Marcelo Ebrard, el jefe de Gobierno que tomó el toro por cuernos para no sólo modernizar sino ampliar la red y así nació la primera Línea del Metro hecha por la izquierda. Una izquierda que siempre ha ponderado a los pobres no por convicción sino por los réditos electorales. 

Al hacer la Línea 12, para atender a los que menos tienen, se pensó en el oriente, sin embargo, el no querer enfrentar a la sociedad, expropiar y pagar a buen precio la tierra, se optó por un viaducto elevado en un camino sinuoso como lo es la avenida Tláhuac. 

Por cuestiones ideológicas, que en esa época del 2006 aún existían en los partidos políticos, Ebrard decidió hacer la línea con recursos propios y sin apoyo de la Federación en manos del entonces panista Felipe Calderón. Al final tuvo que rogar el préstamo de 2 mil millones de pesos para lograr la “línea dorada” que se inauguró al vapor. 

Miguel Ángel Mancera recibió la obra de transporte más trascendental de la izquierda y detectó daños que fracturaron al movimiento de la izquierda partidista. La situación política corre por cuerda separada. El fondo era que la izquierda había alumbrado una bomba de tiempo, una construcción con severos daños que amerita un presupuesto oneroso de mantenimiento. 

Claudia a Sheinbaum se quedó con la idea del cuento político y no puso la mirada en la bomba de tiempo que le habían heredado hasta que colapso y costó la vida de 25 personas, hasta el día de hoy.

La Jefa de Gobierno está en el dilema de fincar responsabilidades y ello implica una valoración real del problema que no fue la construcción sino el mantenimiento. Sheinbaum demostró una vez más que lo suyo no es la prevención.

Tiene la gran oportunidad de recuperar el área más estratégica de la CDMX, que la izquierda partidista siempre ha menospreciado, o la vía fácil de hundirse en el fango de la política aunque tenga que ser con su proyecto de izquierda y los suyos.

NOCAUT. El clima en las elecciones de la CDMX se empieza a descomponer, ya hubo un hecho de violencia en Iztapalapa con la golpiza a un panista, que las autoridades locales y electorales no deben minimizar. ¡Abrazos, no periodicazos!

 

 

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