El terror en la escuela

Ciudad de México.- Hablar de Mahoma y recordar a Charlie Hebdo puede ser peligroso.

En el pequeño pueblo de Confians -Saint Honorine, muy cerca de París,  un profesor de secundaria, Samuel Paty, fue decapitado por dar una lección sobre libertad de expresión.

La clase consistió en mostrar las caricaturas que desataron la furia fundamentalista hace cinco años y reflexionar sobre el significado que ello tuvo para Francia y el mudo.

El asesino, Abdoullakh  Abouyezidvitch, atacó con un cuchillo al maestro de historia y le cortó la cabeza, dándose tiempo para tomar una fotografía que luego colocó en Twitter.

Muchas cuestiones se mezclan para hacer el caso todavía más inquietante. El atacante, que fue abatido por la policía, tenía calidad migratoria de refugiado: nacido en Moscú y de origen Checheno. Hay otros 11 detenidos.

Las señas de identidad son relevantes, porque indican que las viejas guerras y los problemas no resueltos pueden estallar en cualquier momento, inclusive en una localidad tan apacible con Saint Honorine.  

Otro aspecto, es que el ataque se dirigió a un profesor de modo directo. En Francia no había ocurrido algo así y por ello el impacto es todavía mayor.  Samuel Paty puede ser cualquiera.

¿Quién está a salvo? Esa es una pregunta que se desprende de las informaciones y análisis y las respuestas no son nada tranquilizantes, porque el efecto del terrorismo es el de producir un miedo cotidiano, permanente.

Por estos días se está realizado el juicio contra los cómplices del ataque a la redacción de Charlie Hebdo en 2015.

La justicia avanza, pero los fundamentalistas también y de una manera que burla los controles policiales de seguridad, porque los perpetradores muchas veces actúan en solitario y los activa su propio fanatismo que luego se alinea y sirve a los grupos organizados. 

Como hace cinco años, la respuesta de la sociedad francesa es de indignación y de salvaguarda de los valores que maltratan los terroristas: Libertad y tolerancia.

Esa es la clave, la de insistir que sólo en sociedad democráticas es en las que se puede desterrar ese tipo de violencia y que, a pesar de todo, hay que insistir, inclusive, en la libertad de blasfemar.

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