¿Quién le teme a Javier Sicilia?

Ciudad de México.- Las víctimas de la violencia resultaron bastante molestas para los ex mandatarios, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, pero se volvieron subversivas para el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

Es más, tanto Calderón como Peña Nieto, asumieron el trago bastante amargo de reunirse con los familiares de las víctimas y de enfrentar esa responsabilidad. Los resultados de aquellas reuniones son inciertos y acaso mixtos, pero ahí están.

En estos dos años, Sicilia no se ha podido reunir con López Obrador, porque este último considera que sería un show para afectarlo. En realidad sabe que tiene poco que decirles.

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El problema es de diagnóstico. Para los dos gobiernos anteriores, los niveles de violencia generados por la delincuencia organizada explicaban, de algún modo, las desapariciones y los homicidios.

En la actualidad, en cambio, las organizaciones de familiares de personas desaparecidas o de quienes murieron en situaciones derivadas de la alta inseguridad son sospechosas de no entender lo que está implicando la 4T.

En teoría, la crisis de la seguridad se resolvería con la llegada del nuevo gobierno, esa era la promesa de campaña, pero en la actualidad las situación es igual y en algunos casos mucho peor, con el agravante de que hay una decisión, al menos discursiva, de no combatir al crimen organizado, sino de generar mejores condiciones sociales, para evitar que los jóvenes opten por la ilegalidad.

La Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas nunca funcionó muy bien, pero en la actualidad está prácticamente desmantelada, con 70 por ciento de la reducción de sus recursos, y no han podido designar a la nueva directiva, luego de que renunció Mara Gómez.

Hace 10 años, después de la muerte de su hijo, Javier Sicilia encabezó un largo peregrinar que no termina y que se aglutinó en torno al Movimiento Paz con Justicia y Dignidad.  Gobiernos van y vienen y no entienden que el fondo del problema es la ausencia de una voluntad clara para construir la paz.

Sicilia es una de la voces más genuinas del profundo lamento en el que vive México. Pasó una de las aduanas más terribles, el asesinato de su hijo y de seis de sus amigos, quienes tuvieron la mala fortuna de toparse con verdaderos demonios.

En esas circunstancias decidió trabajar para darles visibilidad a las víctimas que, como él mismo, lo que pretenden es que se revierta la impunidad y que se garanticen las condiciones de una seguridad ciudadana.

Sicilia no le debe a nadie y la sociedad en cambio está en deuda con él, quien en conjunto con otras personalidades ha dado sentido a la insistencia de no resignarnos a la barbarie.

Quizá por eso molesta, porque recuerda la ineptitud de los políticos, pero también del miedo que tienen a la verdad, a las historias duras, a lo que arrojan estos años de violencia que no paran.

 

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