Aznar, tal para cual

Mi amigo

Aznar, tal para cual. Hace algunos años entrevisté a José María Aznar en el contexto de la presentación de uno de sus libros.

Había dejado La Moncloa hacía algunos años y estaba empeñado en defender la democracia y las libertades, decía él, ante los errores que percibía en el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, el socialista que lo había derrotado contra todo pronóstico.

Me pareció el clásico macho hispano, arrogante y simple a la vez.

Se creía protagonista de la historia, cuando en realidad estaba por convertirse en una víctima de fuerzas que lo arrastraron a uno de los errores políticos más grandes: el respaldo a la guerra en Irak.

En ese momento quizá ni lo intuía, pero Aznar ya era el pasado que se quedaría ahí.

Ocurrieron muchas cosas desde las guerras del Golfo y en particular para la derecha española, que tuvo un retorno al poder gris y cuidadoso con Mariano Rajoy.

Aznar es justo el producto de la España que se acostumbró a la democracia y que lo hizo con una cierta flojera, quizá no percatándose de que la construcción de tolerancia y de diálogo que se había logrado era frágil.

Ahora lo sabemos porque el descontento y más bien el desencanto, se profundizó en los extremos:

Podemos en la ultraizquierda y Vox en la ultraderecha.

Por eso resulta algo chocante el ver como Aznar se suma al relato del españolismo atlántico y a su idea de que civilizaron a quien pudieron en un reino donde no se ponía el sol.

Aznar, tal para cual

De ahí que haya querido ridiculizar al presidente López Obrador, al recodar el carácter hispano del nombre y los apellidos de quien gobierna México e inclusive trasladarlo a la propia evangelización que Aznar, por supuesto, considera otro de los logros en las colonias de América.

En efecto, es absurdo lo que señaló el ex mandatario español, pero de la misma magnitud que estar exigiendo disculpas, como lo hace el mandatario mexicano, a un país que ni siquiera existía cuando se causaron los supuestos agravios que ahora son motivo de discordia.

Aznar provocó, porque sabe hacerlo y en ello no enseña nada a López Obrador, quien ha establecido un sistema de comunicación política basado en la división y el encono.

Pero son precisamente esos prontos de la derecha española los que alimentan la intolerancia del populismo mexicano.

Son tal para cual y luego del espectáculo de Santiago Abascal en el Senado, tenía que irrumpir Aznar, para que se rasguen vestiduras por todos lados, cuando el centro de la discusión debiera ser el futuro de la democracia y no la resurrección del pasado.


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