Alain Touraine: Lecciones para México

El partido

Uno de los más grandes sociólogos de todos los tiempos nos abandonó la madrugada del pasado viernes.

Su obra marca un antes y un después en la comprensión del cambio social.

El pensador francés iluminó el camino a sus alumnos en todo el mundo, particularmente en América Latina, donde mantuvo un intenso diálogo con académicos y líderes políticos.

De trato amable y cordial, sencillo y agudo, siempre dispuesto a escuchar a los demás, el profesor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, indica el camino a seguir para propiciar el cambio en las sociedades complejas de nuestro tiempo.

Los temas de su reflexión abarcan desde la sociología de la sociedad industrial hasta los movimientos sociales en la era postindustrial, desde la afirmación del sujeto en el contexto de la modernidad hasta los nuevos paradigmas sociales donde dedica amplias reflexiones a la globalización y la democracia, estableciendo la urgente necesidad de escuchar a las mujeres.

En su última obra: “Las Sociedades Modernas. Vivir con Derechos entre Identidades e Intimidad” (Seuil, 2022), afirma que estamos acostumbrados a buscar los efectos de los grandes cambios técnicos en las sociedades donde aparecen y en los actores que los utilizan.

Pero a medida que los cambios son más importantes y más globales, observamos también cambios profundos en el comportamiento humano y en las formas de organización social.

Agrega que no basta con distinguir las fases del proceso de industrialización sino que debemos dirigir nuestra atención a las transformaciones que derivan de la crisis climática y de los efectos sociales de la pandemia.

La condición humana ya no es natural sino técnica y se encuentra dominada por una relación entre individuos y máquinas.

Estamos en una nueva etapa de la industrialización dominada por el conocimiento.

Una transformación que contrapone a las sociedades definidas por los derechos, con las sociedades determinadas por las identidades políticas.

Identifica una transformación de nuestras conductas que otorga a los sentimientos una gran capacidad para interpretar la vida, por lo que la acción social se basa en emociones y en un conflicto entre subjetividades.

Los sentimientos producen protestas y críticas que involucran a la vida política.

La sociedad postindustrial está cediendo su lugar a la sociedad de la comunicación.

Si la principal dimensión de las sociedades industriales era el conflicto de clases, ahora en la sociedad de la comunicación se transforma en un conflicto entre alteridades.

El reconocimiento de las diferencias es positivo e indispensable porque produce pasión y emociones en el encuentro con el otro.

Muchos se preguntan sobre las causas del gran abstencionismo electoral que se observó en las recientes elecciones del Estado de México y la principal, es que las candidatas no provocaron emociones.

Esas elecciones dejaron una enseñanza a las oposiciones: los ciudadanos que habitan esta era post-ideológica no son pasivos, políticamente apáticos o predispuestos a replegarse en el espacio privado, simplemente no participan o se ausentan de la política, porque no encuentran alternativas creíbles.

No es el triunfo de la despolitización, sino la victoria de la «antipolítica» como un rechazo a la vieja clase gobernante que impide el desarrollo de la sociedad civil.

Si los políticos tradicionales continúan creyendo que ostentan la representación del malestar ciudadano, la apatía política crecerá.

Por ello, la oposición debe crear convergencia en torno a candidatos que simbolicen la primacía de la sociedad civil sobre la sociedad política.

De otra manera, se continuará en el camino de la autocomplacencia y la ineficacia política.

Actualmente, el concepto de ciudadanía se antoja vacío de significados. Los partidos deben entender que los ciudadanos no quieren conquistar el poder, sino contenerlo y reducirlo de forma democrática.

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