Desafío Americano

Ciudad de México.-Enrique Peña Nieto está paralizado con Donald Trump. México también está pasmado. Urge superar la parálisis porque Trump es síntoma de reajustes profundos en la relación. 

Por la Revolución mexicana y por algunos artículos de la Constitución de 1917, estuvimos cerca de irnos a la guerra contra los Estados Unidos. Los tambores bélicos enmudecieron porque en 1927 Plutarco Elías Calles llegó a un entendimiento con Washington. Los gobiernos se apoyarían en lo esencial pero México podía disentir en público para beneficio de la galería. El acuerdo disimuló la debilidad mexicana ante una potencia agresiva que imponía la Pax Americana en la Cuenca del Caribe. 

El acuerdo empezó a resquebrajarse en la década de los ochenta cuando se empalmaron a) la crisis financiera que empobrecería a las mayorías y enriquecería a las minorías; b) las guerras que cuartearon las estructuras de poder en el Istmo centroamericano; y, c) el auge de la cocaína colombiana en los Estados Unidos que llevó a Ronald Reagan a declarar la ?guerra a las drogas? en 1986. Nada ha sido igual desde entonces.

México intentó ampliar su margen de independencia. Envalentonado con la renta petrolera, José López Portillo hizo suya la causa de los insurgentes nicaraguenses y reconoció la legitimidad de los rebeldes salvadoreños. Al poco tiempo él y Miguel de la Madrid retrocedieron y Carlos Salinas de Gortari llevó al país en el sentido opuesto y aprovechándose de la presidencia imperial modificó un supuesto clave de la identidad mexicana. La vecindad con los Estados Unidos dejó de ser una maldición trocándose en bendición. Ello hizo posible el Tratado de Libre Comercio de América del Norte que lleva 22 años subvirtiendo realidades.

Los gobiernos dejaron de monopolizar la relación y por la frontera común van y vienen personas, bienes e ideas. Algunas son legales, otras están prohibidas pero los beneficios y los daños se han repartido de manera desigual en los dos países. Trump ha sacado a la luz el resentimiento antimexicano que, heredado de la historia, se ha acrecentado con la integración. Gane o pierda Trump ya dio el banderazo de salida para un reajuste en la relación que tendrá consecuencias impredecibles. Ellos ya identificaron el problema. Nosotros seguimos evadiéndolo.

The New York Times contabiliza los insultos que Trump va profiriendo. Según el último conteo ha ofendido a 250 personas e instituciones. A los mexicanos nos trata de narcos o violadores y al gobierno de Enrique Peña Nieto de "totalmente corrupto". Nuestro Presidente se paralizó con los regaños. Primero se hizo el desentendido aunque en dos ocasiones se atrevió a susurrar "en voz baja y de pasada", que la retórica del neoyorquino se parece a la de Adolfo Hitler y Benito Mussolini.

El 22 de julio Peña Nieto estuvo medio día en Washington donde se disculpó, se cuadró y se marchó. Después de aclarar que la comparación de Trump con los fascistas europeos la habían sacado de "contexto" (no dijo quién) bosquejó su estrategia en dos frases: "A la señora Hillary Clinton y al señor Donald Trump quiero expresarles mi mayor respeto. Desde ahora, propongo entrar en un diálogo franco y abierto con quien resulte electo".

López Portillo retó a Reagan en América Central, Salinas cortejó a Bush para lograr el TLCAN, Peña Nieto se paralizó y está dejando que su gobierno sea zarandeado por las fuerzas de la historia, tanto que ni siquiera ha promovido una discusión seria en México sobre qué hacer con Trump y los Estados Unidos. Un indicador del pasmo es que una institución pública de excelencia, el Instituto Matías Romero que educa a nuestros diplomáticos, no ha convocado a ningún foro para reflexionar sobre la relación bilateral.

La sociedad organizada tiene que apropiarse de la discusión sobre los retos que enfrentamos los Estados Unidos y México. Las universidades, los medios de comunicación, las cámaras empresariales, los organismos protectores de los derechos humanos y las iglesias tienen que repensar con sus contrapartes el futuro. La relación está en una etapa de redefinición y el desenlace es incierto. Nada está escrito. El futuro será de quien lo entienda mejor. Compartimos frontera con potencia pero no estamos explotando nuestras fortalezas para enfrentar el desafío americano.

Comentarios: www.sergioaguayo.org 

Colaboró Zyanya Valeria Hernández Almaguer

 

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