Los paulinos en México encubren a pederasta y guardan silencio. La burocracia vaticana impide a las víctimas de abuso sexual de sacerdotes alcanzar la justicia.
Se complica aún más si el agresor se encuentra encubierto en otro país por las mismas autoridades eclesiásticas obligadas a procesarlas.
La mayoría de las víctimas de los pederastas desconocen cómo es el proceso eclesiástico para denunciar a sus agresores.
Y de no ser asesoradas difícilmente logran ser escuchados.
Pese a que el papa Francisco ha dado instrucción a los obispos y superiores generales de las órdenes religiosas de escuchar a las víctimas e investigar a los presuntos pederastas y colaborar con las autoridades civiles, sus indicaciones no son escuchadas.
Pese a que en las últimas décadas estos abusos tienen a la Iglesia Católica sumida en una de las peores crisis de su existencia.
Un ejemplo de esa burocracia eclesiástica es el caso de José Leonardo Araujo Araque.
El joven venezolano denunció el abuso sexual del que fue víctima a la edad de 13 años por el sacerdote paulino Juan Huerta Ibarra de origen mexicano.
Ante las autoridades de la iglesia Católica en Venezuela (cardenal Baltazar Porras Cardozo) denunció al presunto pederasta desde el 2019.
En agosto de ese mismo año, el jesuita Arturo Pereza Celis realizó una investigación sin haber entrevistado a los testigos del joven.
También lo hizo sin tomar en cuenta los resultados de los análisis médicos y psiquiátricos realizados por los especialistas de la fiscalía 79 de ese país.
Los paulinos en México encubren a pederasta
El jesuita de un plumazo mando archivar el caso hasta que la víctima presentará “indicios más precisos”.
Es decir le dejó la labor de investigar a la víctima pese a no ser su responsabilidad.
Al no obtener justicia eclesiástica y conocer que el sacerdote agresor se encontraba en México, José Leonardo recurrió al nuncio apostólico Franco Coppola.
Le solicitó su apoyo, éste instruyó al Tribunal Eclesiástico de la Arquidiócesis de México investigar la denuncia.
Y sólo con la presencia de la víctima en territorio mexicano, en donde dio una conferencia de prensa este lunes y con la difusión de los medios de comunicación, la Arquidiócesis de México por primera vez transparentó públicamente el proceso que ha seguido desde el 2020.
Sin embargo, la congregación la Sociedad de San Pablo (paulinos), que tiene como su carisma la comunicación, ha guardado silencio.
Ha encubierto durante al menos dos años al presunto pederasta Juan Huerta Ibarra en México.
José Faustino Hernández Esteves fue el provincial que recibió la denuncia de abuso sexual.
Al conocer los hechos cuando Juan Huerta estaba en Chicago, Estados Unidos, lo trasladó a México y lo cobijó en la casa de los paulinos.
El lugar se ubica en Iztapalapa. Además se le permite seguir celebrando misas y tener cercanía con los jóvenes seminaristas.
Esta situación continúo con el nuevo superior Oliverio Mondragón.
Pese a conocer el caso permitió que el presunto pederasta desarrollará su actividad como ministro de culto.
Desde agosto de 2019 cuando está periodista localizó a Juan Huerta Ibarra en la Basílica de Guadalupe, lo fotografía y publicó un reportaje en Emeequis estaban advertidos que era publica la denuncia.
Se puede consultar el reportaje aquí.
Protegen a pederasta
Sin embargo tanto José Faustino Hernández Estévez como Oliverio Mondragón no lo separaron de sus actividades pastorales como lo establecen los protocolos en El Vaticano.
Y pese a verse reunido el pasado mes de noviembre con el Tribunal Eclesiástico de la Arquidiócesis de México en dónde se le dio seguimiento a la denuncia de José Leonardo, el superior paulino Oliverio Mondragón persistió en mantener a Juan Huerta en sus labores pastorales.
Faustino Hernández Estévez y Oliverio Mondragón son los responsables del encubrimiento de Juan Huerta Ibarra.
Deben ser denunciados ante Valdir José de Castro, superior general de los paulinos.
Él se encuentra en Roma y la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica en El Vaticano para que se les investigué.
A menos que desde la misma congregación se les proteja para evitar el escándalo al que tanto miedo le tiene la iglesia Católica.
Se debe destacar la labor de Cristina Sada al frente de la organización Spes Viva que logró traer a México a José Leonardo Araujo Araque para denunciar el abuso sexual que sufrió a la edad de 13 años.
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