AMLO y las reuniones con opositores

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Buena señal las reuniones del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y los gobernadores electos opositores. Civilidad política en tiempos complejos.

Los panistas Maru Campos y Mauricio Kuri, así como Samuel García, de Movimiento Ciudadano, ya estuvieron en Palacio Nacional para dialogar con el mandatario.

Esos encuentros deberían ser permanentes, pero al mandatario le da urticaria recibir gobernadores que no son de Morena. Los ve como adversario y los prefiere lejos.

Tampoco se trata de cumplir caprichos, como los de Silvano Aureoles. El michoacano se vio mal al sentarse en un banquito para exigir audiencia.

Aunque tampoco es correcto el desprecio sistemático que tiene AMLO por los opositores quienes no portan el color guinda. Debe haber más cordialidad y menos confrontación.

Quedan más de tres años de gobierno y el mandatario no cambiará su estrategia de confrontación y ataques en contra de sus “adversarios, incluida la prensa.

Sin embargo, eso no significa que debe negarse a coordinarse con los gobernadores panistas, priistas y emecistas, porque eso va en detrimento del ciudadano.

Las reuniones con opositores

No es correcto que el presidente de México se encierre en una burbuja en el que lo tienen sus más cercanos colaboradores de Palacio Nacional.

AMLO debe hacer reuniones y escuchar a quienes también gobiernan y a sus gobernados opositores. La pandemia provocó que 15 millones de mexicanos entraran a la pobreza.

El tabasqueño se resiste a reconocerlo. Su lema: “primero los pobres” es una quimera. Prefiere atender a Slim y soslayar 26 muertos en la Línea 12.

Dice que es cercano al pueblo, pero se encierra en Palacio Nacional y gobierna desde las “mañaneras”. Después de eso, es difícil saber de él.

Gobernadores de oposición han solicitado audiencia y se las ha negado. Solo conoce de los temas por lo que de manera sesgada le comparten sus cercanos.

Sería correcto que López Obrador convirtiera los últimos tres años de mandato en un proceso de construcción y cordialidad política.

Eso no significa que vaya a desistir en su agenda de gobierno. Aunque muchos estén en desacuerdo, 30 millones de mexicanos lo votaron en 2018.

Tiene vasta legitimidad para gobernar bajo los principios ideológicos que lo llevaron al poder, lo que no significa cerrarse al diálogo con quienes piensan distinto.

A los gobernadores les interesa llevar la fiesta en paz con el Presidente más poderoso de los últimos 30 años. Pelearse con él es un suicidio.

Ejemplos sobran: Aureoles, que recurre al ridículo para jalar reflectores; Cabeza de Vaca, desaforado y sujeto a investigación, y la desaparecida Alianza Federalista.

Reunirse con los gobernadores electos en Palacio Nacional es buen síntoma. Esperemos que una vez que asuman no sean despreciados por López Obrador.


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