Zacatecas: la espiral salvaje

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La espiral salvaje. El gobernador de Zacatecas, David Monreal, cree que el episodio siniestro de los 10 cadáveres dejados a unos metros del edificio donde está su oficina, es una reacción y una muestra de que los operativos de seguridad “han arrojado una baja en el comportamiento del delito, particularmente en homicidios y secuestros”.

Es una especie de optimismo macabro.

La tentación de encontrar luces en medio de las tormentas es explicable.

Pero no siempre conduce a evaluaciones correctas de lo que está ocurriendo.

Y, sobre todo, de las percepciones que se generan por crímenes de alto impacto.

El gobernador es un político experimentado, pero está padeciendo en carne propia la desesperación ante hechos que se salen de control y que son el pan de cada día cuando se está en el poder.

La experiencia muestra que episodios como el ocurrido este 6 de enero, día de Reyes, son el preludio de etapas de mayor violencia.

Tanto salvajismo de los criminales tiene diversos propósitos, pero entre ellos siempre se encuentra el de someter a las autoridades y causar zozobra en la sociedad.

Zacatecas: la espiral salvaje 

Es como abrir una puerta de donde se fugan los más siniestros personajes, donde la clave y la dificultad es volver a cerrarla y más aún si no hay una voluntad clara para tomar las decisiones adecuadas.

Además, y es algo que no se aquilata en toda su dimensión, es que los muertos tienen familias, que no sabemos quiénes son y mucho menos porqué se les asesinó. Las víctimas no son números.

Es evidente, por lo demás, que en seguridad no hay avance sustantivo, si un grupo criminal tiene la desvergüenza de montar un escenario como el que se montó en la Plaza de Armas de la capital del estado.

Recordemos que hace un mes, colgaron 18 cadáveres en puentes peatonales y en árboles, y que los enfrentamientos entre bandas delictivas que disputan el control territorial han aumentado en frecuencia e intensidad.

Para nada sería extraño que estemos ante la continuidad de una historia, es decir, ante un mecanismo criminal que no parará y que, por el contrario, tendrá respuesta de los grupos que se consideren agraviados y por el motivo que sea.

El gobernador insiste en que lo que ocurre en su estado es una “herencia maldita”, una cuenta que hay que pagar por las posposiciones y las malas políticas del pasado.

Quizá no le falte razón, el problema es que a estas alturas el pasado ya alcanza a la propia 4T y a sus años de negligencia con el tema.

Además, pocas etapas tan complicadas como la que se vive ahora, y eso que en Zacatecas la han pasado muy mal en diversos momentos.

Por lo pronto, ya se anuncian nuevos despliegues de la Guardia Nacional y hay detenciones de probables responsables.

Un paso, sin duda, aunque ya llegó la tormenta.

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