Vladimir Putin y la guerra de los refrigeradores

Mi amigo

Vladimir Putin. En Rusia no hay espacio para el ejercicio del periodismo en lo que respecta a la guerra con Ucrania.

Es más, está prohibido llamarle así y se le tiene que catalogar como “una operación especial” cuya finalidad “es el mantenimiento de la paz”.

Por si eso fuera poco, se acaba de aprobar una legislación que castiga las noticias falsas con la prisión.

El problema es obvio, porque sabemos que es lo que puede ocurrirle a quien publique o divulgue un relato que no entre en la lógica ya establecida por el Kremlin.

La Agencia Española de Noticias determinó no despachar informaciones para evitar que sus corresponsales y enviados terminan en prisión y así están otros medios de carácter internacional como el diario El País.

Es una especie de apagón noticioso, que dará paso a la voz sistemática del Kremlin y su versión de lo que está ocurriendo.

En este aspecto el tema central es la propia Rusia, ya que en el caso de Ucrania no están en condiciones de implementar algo semejante por el momento, más allá de las zonas en la que ya tienen el control.

Una paradoja, sabremos mucho de Kiev y poco de Moscú.

Esto está ocurriendo, porque el pueblo ruso está muy lejos de la unanimidad y las resistencias a la guerra son cada día más evidentes.

Vladimir Putin 

Hace unos días, unos 800 alumnos y ex alumnos del poderoso Mgimo (Instituto Estatal de Relaciones Estatales de Moscú) se pronunciaron contra la violencia desatada contra los ucranianos.

La importancia de la misiva es que en esa escuela se forma la élite rusa, la que tratará con el mundo por la vía de la diplomacia y por la de la inteligencia.

Pero si en la cumbre del poder existe desconfianza sobre la aventura a la que los está llevando Putin, entre los ciudadanos empiezan a suceder problemas más prácticos y relacionados con la escasez de productos que se irá profundizando en la medida en que las sanciones internacionales surjan efecto.

La guerra de los refrigeradores 

Es La guerra de los refrigeradores, la constatación cotidiana del costo de la locura que ahora gobierna en Moscú.

Esto recuerda a los periodos de crisis recurrentes durante la era soviética, cuando los productos se tenían que racionar y los estantes de las tiendas solían lucir vacíos.

Los refrigeradores y su contenido cada vez más escaso, serán un parte de guerra muy difícil de contrarrestar.

Si bien hay una fuerte identidad nacional, la gente ya no se traga tan fácil las mentiras.

Algunos analistas señalan que ocurrirá un fenómeno similar al de la intervención en Afganistán, donde una vez que se fue conociendo el costo en vidas humanas, incluidas las rusas, se desataron los problemas internos.

Foto de Katie Godowski en Pexels.com

Andrei Grachev, quien fue vocero de Mijaíl Gorbachov y le tocó atestiguar el final de la Unión Soviética, decía en una entrevista con L’Obs, que es pronto para pensar en la caída de Putin por las características mismas del sistema que lo sostiene, pero que sin duda se está entrando a un camino que tendrá consecuencias y muy graves.

Putin encarna un imperio que no quiere morir y la guerra contra Ucrania tienen mucho que ver con ello y con la idea errónea de que se puede recobrar el antiguo esplendor soviético bajo la única premisa en la que son capaces de competir con Europa, Estados Unidos y China: la utilización de la fuerza.

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