Ciudad de México.- Los pantalones de la señora dejan ver sus calzones sucios; aunque deberían ajustarse a su cadera le quedan tan grandes que la hacen similar al cómico mexicano Cantinflas. Lleva una playera sin manga y el cabello alborotado, pero no esa la razón por la que acapara las miradas de los usuarios de la Línea 7 del Metro.
La señora carga un bebé, que no ha cumplido un año, como si fuera un costal de ropa sucia y entra al vagón acompañada de otro niño, que pareciera no haber festejado más de cuatro cumpleaños. Ambos menores están desaliñados y guardan silencio mientras su madre saca algo de su mochila.
-¿Me lo detienes carnalito?, dice ella a un treintañero recargado en la puerta cerrada del tren.
El joven con gafas y look deportivo toma al bebé con una expresión de terror que dura un minuto, pues enseguida comienza a jugar con el pequeño.
La mujer avienta al piso del vagón un pedazo de tela con decenas de pedazos de vidrio y sin previo aviso se lanza contra ellos.
Se incorpora y se sacude algunos cristales miniatura que se quedaron pegados a su brazo.
-¡Órale, muévete!, le dice a su hijo.
Avanza unos asientos y repite la maniobra.
Recibe un par de monedas, avienta a su hijo con la rodilla, agradece al treintañero, toma a su bebé y sale del vagón.
La escena es una cotidianidad en el Sistema de Transporte Colectivo, donde se calcula que trabajan 3 mil vendedores ambulantes, cuya gama de ocupación va desde el espectáculo descrito hasta la venta de libros y artículos de moda.
El subterráneo cumple 46 años el día de hoy y la reiterada promesa de «limpiar» de comerciantes informales -en todas sus gamas- es quizá la deuda mayor de las últimas dos administraciones.
En diciembre de 2013, el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, incluso anunció que con los dos pesos extra que entrarían a las arcas de este organismo se contratarían mil 200 policías para reforzar el combate al ambulantaje, pero el día de hoy, todas las líneas tienen presencia, en mayor o menor medida.
La venta no es el único problema, sino la cantidad de mercancía pirada y violaciones a derechos humanos que desfilan en los andenes y vagones día a día: niños trabajando, adultos mayores enfermos e incluso migrantes -o quienes se identifican como migrantes- desamparados.
Estos grupos fueron también uno de los focos rojos que identificó el nuevo director del Metro, Jorge Gaviño, con el primer diagnóstico que entregó el 11 de agosto.
Algunos artistas internacionales como el español Jota Izquierdo han expuesto ante el mundo entero esta situación en el subterráneo.
El ambulantaje está en los ojos de todos, hasta de los policías que saludan alegremente a los vendedores, pero sigue siendo un fantasma para las autoridades.
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