Ciudad de México.- En los últimos días los integrantes de la liberal y progresista clase política capitalina, sobre todo los de nuestra pensante y crítica izquierda, han mostrado de qué están hechos y por qué pelearon ferozmente por el hueso.
Como si de un mercado se tratara, la compra de diputados locales por parte de Morena y del PRD los ha mostrado carroñeros, prestos a tomar los despojos de adversarios o recoger las migajas de los partidos pequeños ¿Para qué? Para asegurarse el dinero y poder que le dé viabilidad a su proyecto político de mediano plazo.
En una muestra cínica de cómo se puede llegar a pervertir la política, Morena y el PRD se han enfrascado en una carrera por conseguir diputados de otros partidos, convertirse en la bancada mayoritaria y, lo más importante, controlar los órganos de gobierno, la administración y los recursos de la VII Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF).
Los principios, la ideología o la doctrina no importan. La ruindad política es la marca inicial y consecutiva que definirá los trabajos de esta séptima legislatura. El Verde de la canallada hará sinergia con el Turquesa de la desfachatez, se mezclará con el Púrpura de la incongruencia y todos juntos se diluirán frente al Amarillo de la deshonra.
Por su parte, el obradorismo ha hecho una alianza soterrada con su antiguo alfil: el bejaranismo. Los líderes de ambos bloques lo negarán porque al primero no le conviene que se ventile un acercamiento formal, menos cuando su bandera es el combate a la corrupción, y el segundo tiene en ese sambenito su mote perpetuo.
La alianza no puede sino explicar el por qué Aleida Alavez dejó el PRD para sumarse a la bancada del Movimiento de Regeneración Nacional. La decisión no fue a título personal; ella no actúa sola, siempre lo hace siguiendo las órdenes de René Bejarano.
Periodísticamente será una exquisitez realizar la cobertura diaria de lo que hagan o dejen de hacer estos diputados locales, pero como ciudadanos sufriremos el desastre de tener una clase política así de ramplona, sin altura de miras, pragmática hasta la médula, dedicada sólo a cuidar sus intereses y tratar de vivir perpetuamente como rémoras.
Extraño y paradigmático resulta que los políticos del Distrito Federal, los de la capital del país, los del centro del poder político nacional se muestren así, tan silvestres, campestres y rupestres. Qué pena por ellos. No. ¡Qué pena por nosotros!
Los gastos del informe de Gobierno
Al parecer el jefe de Gobierno capitalino escuchó a quien al oído le dijo que para el Tercer Informe de labores no podían tirar la casa por la ventana, menos cuando a horas de hacerlo anunciarían un plan de austeridad.
A diferencia de otros años, hoy no vimos a un fatuo mandatario local en las pantallas de nuestros televisores, durante costosos horarios triple A, lanzándonos una perorata de supuestos logros.
La Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales le permitía a Miguel Ángel Mancera difundir en medios de comunicación su Informe de Gobierno los siete días previos y cinco posteriores al 17 de septiembre.
Hubo atisbos de esa presuntuosa campaña en redes sociales y en algunos portales de internet, con imágenes aisladas de Miguel Ángel Mancera, en videos cortos de duración y mensaje.
No obstante, se optó por el plan de pizarrón, que sugiere un road show por medios de comunicación, con un script definido para cada medio y jefes de información o editores previamente palomeados a los que el mandatario concedió entrevistas.
Hubo espacios pagados en la prensa escrita, como lo dicta el manual, pero la parafernalia no llegó.
Pero eso no quiere decir que Mancera no haya gastado para promover su imagen y de paso su Tercer Informe. El negro en el arroz será saber cuánto. La cifra no podrá ocultarse.
Para su Primer Informe erogó 37.5 millones de pesos; en el Segundo, gastó 35.8 millones. Estaremos listos a deshilvanar el dato que se llegue a hacer público sobre este último informe.
Twitter: @negroenelarroz
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