El fraude, la formulita de Obrador y el conflicto poselectoral que se viene

Ciudad de México.- Me pregunto cómo se organiza la administración de Miguel Ángel Mancera para enfrentar la dura prueba de gobernabilidad que se le viene a partir del 8 de junio y que ya le prepara Andrés Manuel López Obrador.

El discurso del fraude ya fue desempolvado por el tabasqueño y sus huestes. El camino, la logística, el timing y la estrategia ya se la saben los de Morena. Sólo esperan que alguien encienda la mecha, y qué mejor si ese alguien es el mandatario capitalino o su secretario de Gobierno, Héctor Serrano.

El partido del que es dueño López Obrador espera arrebatarle al PRD las delegaciones Cuauhtémoc e Iztapalapa, nada más y nada menos; además, los de Morena le apuestan a ser la primera minoría en la Asamblea Legislativa del DF, y ocupar así posiciones claves en la Comisión de Gobierno y en las comisiones legislativas donde se decide y reparte el presupuesto anual de esta ciudad.

Si AMLO, por la vía de Ricardo Monreal se apodera de la delegación Cuauhtémoc, tendrá la demarcación más importante en actividad económica, porque no sólo el comercio formal genera recursos e inclina la balanza. Los miles de vendedores informales, los innumerables giros negros y toda aquella economía que se mueve en los sótanos del territorio delegacional son una fuente importantísima de dinero para hacer el cochinito de futuras campañas electorales.

Si Monreal gana en Cuauhtémoc se convertirá de inmediato en aspirante a la Jefatura de Gobierno para el 2018.

Y si Clara Brugada se hace con la delegación Iztapalapa le habrá quitado al PRD la demarcación con el mayor número de votantes de esta ciudad, así como una población sumida en una pobreza histórica que muy bien se puede administrar para generar presión social durante los siguientes años.

¿Pero qué pasará si no se concreta la apuesta de López Obrador y de los suyos? El tabasqueño ya lo dijo durante un discurso reciente en apoyo a sus candidatos por la delegación Tlalpan. Ahí le advirtió a Mancera que si hay fraude electoral en el Distrito Federal desde luego no va a aceptar los resultados.

Ya sabemos qué significa esa frase usada por Andrés Manuel cuando advierte que no aceptará los resultados. Mítines, bloqueos de calles y comercios, marchas y plantones, desquiciamiento de la vida de la ciudad. Mandar al diablo a las instituciones será la consigna que secundará al redoble de los tambores de esta guerra poselectoral.

Hace unos días el gobierno de la ciudad dejó correr la especie de que las protestas de taxistas en diferentes puntos de la ciudad fue organizada por militantes de Morena y del Movimiento Ciudadano. De ser eso cierto, vaya lo que nos espera si después de la elección Morena decide movilizar toda su estructura de militantes en la ciudad de México.

Del rebaño del tabasqueño hay señalamientos constantes sobre el uso de programas sociales para inducir al voto en favor del perredismo y por eso exigen la renuncia del presunto operador del evidente cochinero, Héctor Serrano.

Los dos bandos velan armas, pero el detalle adicional es que ambos se conocen. Antaño estuvieron en la misma trinchera, por lo que saben de sus mañas y marrullerías.

Un choque de trenes está por darse y los defeños corremos el riesgo de quedar en medio de ese conflicto poselectoral, otra vez.

Por eso es que vuelvo a mi pregunta del inicio. ¿Cómo resolverá Mancera esta crisis que se le viene? ¿Qué está dispuesto a negociar con el tabasqueño para apaciguarlo y evitar que la gobernabilidad del DF se le salga de control? El discurso del fraude parece que le generará buenos dividendos al tabasqueño.

Porque aquí se le presenta otra encrucijada al jefe de Gobierno, y ese es el negrito en el arroz de esta semana. López Obrador se habrá anotado una gran victoria si logra dinamitar las aspiraciones presidenciales de Mancera y qué mejor si le pone toda clase de escollos en el siguiente trienio que hagan ver al mandatario local como un verdadero incompetente.

Obrador puede negociar con una mano y golpear con la otra.

El jefe de Gobierno deberá recurrir al apoyo político de Los Pinos para tratar de minimizar el chantaje, pero el inquilino de la casa presidencial también sería sumamente feliz atestiguando desde la barrera como los de izquierda se hacen pedazos durante los siguientes tres años, o pensándolo bien, quizás ya es feliz.

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