Legitimidad ciudadana

El partido

Producto de un inédito fenómeno de conexión con los ciudadanos, Xóchitl Gálvez recibió su constancia como coordinadora del Frente Amplio por México para las próximas elecciones presidenciales.

Ahora, la candidata de la oposición enfrentará la titánica tarea de abrir a los ciudadanos las puertas y ventanas de los partidos políticos tradicionales, tanto en la elaboración del Programa y del Plan de Gobierno de Coalición 2024-2030, así como en lo concerniente a la definición del resto de candidaturas, recordando que en esa elección también se elegirán 128 senadores y 500 diputados federales, además de que se renovarán 8 gubernaturas, la Jefatura de Gobierno CDMX y sus 16 alcaldías, así como 30 congresos locales en diferentes entidades del país.

Más de 95 millones de ciudadanos tendremos la oportunidad de acudir a las urnas el domingo 2 de junio del 2024 para elegir a nuestra nueva presidenta.

Faltan diez meses para ese día. Durante este periodo se debe fortalecer y consolidar la legitimidad ciudadana que rodea a la candidata opositora.

En su obra “El Político y el Científico”, Max Weber sintetizó el concepto de legitimidad como una creencia socialmente aceptada sobre la existencia de la mejor alternativa política posible.

Sin embargo, el principal desafío a las crecientes expectativas ciudadanas que ha generado Xóchitl Gálvez, se encuentra en un sistema de partidos que paulatinamente ha perdido la estima, la confianza y la buena consideración por parte de la opinión pública.

Por ello, es necesario neutralizar aquellas prácticas al interior de los partidos que consideran al FAM como un vehículo para satisfacer ambiciones personales orientadas al reparto de candidaturas.

Si los partidos quieren representar a los ciudadanos, entonces deben estar abiertos a los ciudadanos.

No se debe limitar el acceso a pocos o a notables preseleccionados.

Deben ser una “casa abierta” y acogedora donde todos pueden entrar, hablar o participar.

Xóchitl Gálvez podría generar una opción opositora progresista que sea, contemporáneamente, eficaz y propositiva.

Una oposición democrática que otorgue relevancia al ciudadano, dándole una importancia no solo enunciativa sino real y que promueva un proyecto político capaz de interpretar las diversas demandas sociales para diseñar una estrategia política que ofrezca más y mejor democracia.

Ella debe dar vida a una alternativa político-electoral que inaugure una fase de buen gobierno y buena administración, con funcionarios competentes y expertos en cada materia.

Se requiere de un programa positivo de reformas y de un nuevo estilo de gobierno que garantice honestidad y competencia.

Pero sobre todo, urge la credibilidad de las personas encargadas de realizarlo.

Es sobre el terreno del programa y de los individuos capaces de llevarlo a cabo que debe medirse la candidatura opositora.

Nos encontramos en una fase histórica muy distinta de la que vio nacer al tradicional partido de masas.

Actualmente, en la era digital, vivimos una transformación de los partidos donde el líder se separa de la militancia y el rol de la gente pierde centralidad.

En consecuencia, se requiere de una praxis política alternativa así como de una innovación radical en la tarea de interpretar y representar las demandas ciudadanas.

No se excluye la posibilidad de que los partidos vuelvan a ser poderosos vehículos de movilización y representación electoral, pero para ello deben revitalizarse inyectando al proceso de cambio energías frescas provenientes de la sociedad civil.

No se trata solamente de conducir un cambio o una evolución.

Por el contrario, el proyecto que encabeza Xóchitl Gálvez debe impulsar una metamorfosis política.

Cambio significa que algunas cosas se modifican y que otras permanecen iguales.

La metamorfosis, por su parte, implica una transformación mucho más radical en la cual las viejas prácticas desaparecen y nace algo totalmente nuevo.

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