La democracia está en el tablero de Ucrania

Mi amigo

La democracia. La caída del muro de Berlín generó la idea de que las democracias occidentales habían ganado la partida.

A finales de los años ochenta, el futuro parecía prometedor para las potencias occidentales y en particular para la Unión Europea y los Estados Unidos.

Aquello era una arrogancia, pero que duró varias décadas y estableció un periodo de paz no conocido en la historia, sobre todo en lo que respecta al viejo continente.

A estas alturas sabemos que no es así.

El informe de The Economist sobre las democracias de 2021, señala que solo el 6.4 por ciento de la población vive en naciones donde se cumplen las cinco variables para establecer y medir la calidad de las democracias: pluralismo político, procesos electorales, funcionamiento del gobierno, cultura democrática y libertades ciudadanas.

No es que la inmensidad del mundo no sea democrático, sino que hay que tomar las cosas con matices, aunque también con comprensión.

La degradación está siendo paulatina en diversas regiones.

En el Informe de Freedom House sobre internet, se señala que los derechos humanos en línea se deterioraron en al menos 30 países.

Los mayores retrocesos se dieron en Myanmar y Bielorrusia. Pero no solo ahí.

La democracia 

Uno de los problemas más frecuentes es el que se relaciona con las noticias y las informaciones falsas y con las maquinarias que las promueven y sustentan.

No siempre se conoce la motivación central de quienes de modo deliberado difunden falsedades que afectan a la salud, la seguridad y a los derechos mismos de la ciudadanía, pero si es medible el daño que causan.

La democracia y sus libertades no son eternas por necesidad.

Al contrario, se requiere de un cuidado permanente y sobre todo en un momento en que las acechanzas son tan poderosas.

Un capítulo muy importante de lo que ocurrirá en los próximos años se escribirá en Ucrania.

Rusia está en un juego de fuerzas con occidente, que trasciende al control territorial y que se inscribe en proceso más profundos y complejos.

En el fondo, lo que ahí se dirime es una disputa entre la representación de un régimen autoritario, frente a democracias liberales que no se encuentran en su mejor momento.

¿Hasta dónde se puede ceder ante los amagos del Kremlin?

¿Cuál es el costo de hacerlo o de no hacerlo?

¿Queda algo de la nostalgia por el viejo imperio e inclusive por Lenin?

Preguntas fundamentales, pero tramposas, porque solo pueden conocerse cuando ya se tomó una decisión respecto al camino a seguir.

Vladimir Putin está siguiendo un libreto en el que pretende victimizar a Rusia, como lo hizo José Stalin cuando invadió Finlandia en 1939.

Antes, y ahora, los argumentos del Kremlin son inverosímiles, pero eso nunca ha sido un problema.

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