Juan Carlos I, un rey que se diluye en el desierto

¿Qué hacer con los personajes relevantes de las transiciones? ¿Qué lugar deben ocupar? Son los dilemas sobre Juan Carlos I, el monarca que optó por la democracia y se retiró en el escándalo.

Juan Carlos I, un rey que se diluye en el desierto

Juan Carlos I, un rey que se diluye en el desierto. Hay asuntos que dábamos por hechos y uno de ellos es la democracia.

España es un ejemplo de cómo se pueden elegir las vías adecuadas para salir de una dictadura y, bajo esa lógica, construir un sistema que resista a las vicisitudes del tiempo.

Francisco Franco murió hace casi medio siglo, y vale la pena detenerse en uno de los personajes más significativos de la transición española: el rey Juan Carlos I.

Su historia es dramática, y no por los años de formación franquista, alejado de su familia y sujeto a la volubilidad de un dictador, sino por su presente, el de su exilio en los Emiratos Árabes Unidos.

Juan Carlos I, quien estableció una ruta para normalizar a la política española y para ello inclusiva pactó con Santiago Carrillo, el líder de los comunistas, que cruzó el Atlántico y promovió cumbres Iberoamericanas, es ahora presa de escándalos que él mismo provocó, pero también de una suerte de autodesprecio de la clase política.

De esos temas se ocupa Laurence Debray en Mi rey caído, una suerte de ajuste de cuentas con quien es, desde se perspectiva, una suerte de héroe incomprendido.

Y lo es, si nos ajustamos al relato de Debray, donde sobresale lo que sería un intento de rescatar el pasado, para evitar que se diluya en la agenda del presente.

Todo un reto, porque es más atractiva la historia de un rey cazador de elefantes, que la de un monarca capaz de hacer converger a los militares, a los residuos del movimiento que sostuvo a Franco, con quienes provenían de una oposición al régimen que estuvo proscrita durante cuatro décadas.

Y no es que se tenga que suprimir lo que respecta a los escándalos por fideicomisos en paraísos fiscales, aunque sin olvidar que el rey jubilado no tiene propiedades en España y nunca lucró con su posición, aunque favoreció a empresas, ni diezmó a los presupuestos públicos, sino de concentrarse en lo que fue una gesta, la de contribuir para el periodo de mayor estabilidad y con libertades, en la atribulada España.

Mi rey caído es por ello, un alegato, de trazos íntimos, para tratar de comprender y rebelarse contra esa tradición tan hispana –compartida, por cierto, en América Latina—de ensañarse con quienes tuvieron altas posiciones de gobierno, centrándose en una crítica que se traslada a lo personal.

En España, recuerda Debray, se discute sobre la pertinencia de que el rey jubilado cuente con seguridad a cargo del Estado, cuando en Francia ningún exmandatario es abandonado a su suerte, o en México, añadiría, donde hasta las pensiones se les esquilman.

Pero, en la coyuntura actual, hay que resolver el problema sobre qué hacer con Juan Carlos I. Ahí está quien fue jefe de Estado de uno de los procesos políticos más ejemplares en un tiempo de turbulencias y de guerras frías.

Debray da pistas de cómo preceder, aunque parece tan lejano, como los desiertos que ahora pueblan la mirada del rey que abdicó.

Después de todo, “cuando se fue Juan Carlos se llevó consigo una página ejemplar de la historia española, una transición democrática aterciopelada, a menudo olvidada o banalizada por una generación de españoles que desconocen esta deuda”.

Publicado en Forbes México el 17 de diciembre de 2024. Link: https://forbesenespanol.com/mexico/articulo/juan-carlos-i-un-rey-que-se-diluye-en-el-desierto

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