La cotidianeidad de Ixtlilco el Chico fue irrumpida por una fila de vehículos gubernamentales que arribó en la soleada mañana del martes 5 de septiembre, levantando miradas de sospecha entre sus habitantes.
Es el caluroso sureste morelense, en el municipio de Tepalcingo, colindante con Puebla y a casi tres horas en auto desde la Ciudad de México.
Al frente del convoy, una pickup blanca con logotipos de la Comisión de Búsqueda de Personas del Estado de Morelos (CBPEM) remolcando una pequeña máquina retroexcavadora.
Atrás, vehículos militares y del Centro de Seguridad Estatal (CES) además de otra camioneta de la CBPEM; la única motocicleta del convoy transportaba a un paramédico del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM).
En las afueras de Ixtlilco se encuentra el rancho «Los Pistaches» donde un reporte anónimo recibido por las buscadoras de la Unión de Familias Resilientes Buscando a Sus Corazones Desaparecidos, señaló la existencia de fosas clandestinas.
En el terreno abundan los huizaches, árboles espinosos y de copa extensa que dificultaron el acceso de los vehículos por lo que tuvieron que abrirles paso a machetazos.
Dos puntos de interés fueron el objetivo principal de las diligencias: el borde de una pequeña barranca donde con la retroexcavadora, se realizaron calas, excavaciones de mediana profundidad con el objetivo de inspeccionar el terreno.
El segundo punto es un área plana cercana a un corral lleno de vacas y un profundo pozo captador de agua. Ahí, con picos y palas, las buscadoras realizaron pozos de sondeo en donde sus varillas se hundían con más facilidad, indicador de que la tierra ha sido removida.
Los elementos de la policía y de la SEDENA, observaban a las buscadoras, que con dificultad, levantaban los pesados picos para poder rasgar el duro terreno abundante en rocas.
Esta fue una de las muchas búsquedas en campo que realizan semana a semana las buscadoras morelenses, pero en los dos años que Jael Jacobo lleva buscando a su hermano Pablo Shezamán, es la segunda en la que los elementos armados cambian las armas por las herramientas.
Estos pocos soldados, lo hicieron tras comentarios sarcásticos hechos por voluntarios que acompañan a las buscadoras, hartos de las miradas burlonas y los cuchicheos que los efectivos, tanto militares como policiales, sostenían bajo la sombra mientras las víctimas hacían el trabajo rudo.
Son muchos los desaparecidos en Morelos, más de 1,800 según las cifras oficiales, pero la cantidad de personas que los buscan es abismalmente pequeña en comparación.
En el colectivo, ahora son tres o cuatro las mujeres que salen al campo en busca de fosas y restos humanos; pero hace casi nueve años, cuando se llevaron a Mireya Montiel, hija Tranquilina Hernández, sólo ella salía a buscarla y con los años, fue encontrando los cuerpos de otras personas desaparecidas.
En ese caminar, fundó el colectivo en el que ahora son varias las mujeres que se han sumado para enfrentar la crisis de desapariciones que ha inundado el país, su estado y sus comunidades.
En 2019, nació la CBPEM, dependiente del gobierno central de Morelos y encargada de realizar gestión interinstitucional para acompañar la búsqueda de personas que hasta ese año, eran únicamente buscados por sus familias.
La Fiscalía estatal no busca, sólo cuando existe un hallazgo son llamados para que acudan a realizar el levantamiento; pero para las buscadoras, tampoco investigan, pues toda la información la obtienen ellas poniendo en riesgo su vida.
Durante dos días buscaron en el Rancho Los Pistaches, se hicieron varios pozos y calas pero no consiguieron encontrar fosas ni restos óseos, incluso con ayuda de la retroexcavadora y los pocos soldados que se sumaron, la cantidad de personas fue insuficiente para agotar por completo un área tan extensa.
Al final del segundo día, mientras buscadoras y autoridades se preparaban para irse, detonaciones de arma de fuego se escucharon cerca, alertando a los elementos de SEDENA.
Las buscadoras, ya están acostumbradas a estas intentos de intimidación, era un mensaje de que ya no eran bienvenidos en esa comunidad y era necesario acelerar la salida.
La búsqueda concluyó sin hallazgos, siendo una más sin las condiciones y recursos necesarios, un esfuerzo sobrehumano que en Morelos, sigue recayendo principalmente en las víctimas, que cada día a día son más, pues ya son 252 personas desaparecidas* en la entidad en lo que va del año.