Elecciones sin alternancia. Las elecciones municipales y regionales celebradas en Venezuela muestran que los sistemas políticos, sin importar su orientación ideológica, pueden desarrollar a su interior mecanismos para afianzar la estabilidad política y restaurar los equilibrios perdidos.
En este proceso ha jugado un papel central un doble fenómeno:
De un lado, la fusión del gobierno con el partido oficial.
Del otro, la debilidad histórica y la fragmentación de las oposiciones democráticas.
Ambos procesos han dado vida a un régimen político donde la mayor parte del poder es acaparada por el partido oficialista.
Ya sea por las inhabilitaciones que impiden a los candidatos opositores presentarse a los procesos electorales.
O porque a pesar de la existencia de varios partidos, en los hechos solamente el partido en el poder monopoliza la totalidad de las decisiones políticas.
La base sobre la que se legitiman los sistemas unipartidistas es la celebración de elecciones controladas.
Organizadas a modo, postergadas a conveniencia y fuertemente cuestionadas internacionalmente porque el Consejo Nacional Electoral actúa en favor del gobierno de Nicolás Maduro, las elecciones han dejado de ser un indicador sobre la salud democrática de Venezuela.
Desde hace tiempo las elecciones han sido manipuladas.
Y se llevan a cabo violentando los principios rectores de todo proceso democrático especialmente los de certeza, imparcialidad y legalidad.
Sin embargo, estos procesos continúan siendo usados para recoger un consenso social manipulado y clientelar.
Elecciones sin alternancia
Convertido en un caso de estudio, el régimen venezolano ilustra aquellas teorías del cambio político.
Son las que identifican los procesos a través de los cuales un régimen puede llegar a perder coherencia, firmeza, arraigo y solidez.
Pero que, a pesar de todo, logra adaptarse a las alteraciones que amenazan la estabilidad del régimen.
El venezolano representa un ejemplo de reequilibrio político como respuesta a la alteración del orden.
Además de la pérdida de legitimidad y de efectividad del gobierno.
Se trata de un proceso orientado al restablecimiento del régimen.
En paralelo a una profunda crisis económica y política que se desarrolla con la interferencia de líderes carismáticos.
Y donde el aparato militar desempeña un papel fundamental.
Este reequilibrio sin embargo, no significa que el nuevo estado de las fuerzas vaya a ser el mismo que antes.
Tampoco que dentro de ciertos límites las reglas del juego político no puedan ser modificadas, especialmente las leyes electorales que a su vez dan forma al sistema de partidos y a las relaciones entre los poderes ejecutivo y legislativo.
El restablecimiento político se define como una alteración ante la cual algunos elementos del sistema son capaces de responder, sin cambiar sus relaciones básicas consiguiendo una nueva situación estable.
Liderazgo populista
Ocurre cuando se impone un liderazgo populista y clientelar a pesar de la oposición realmente existente.
Cuando un régimen pierde poder, eficacia, efectividad, y considerable legitimidad, así como capacidad de control del espacio político, tiene que ser capaz de aceptar este hecho y facilitar la transferencia del poder.
El Estado antiliberal con partido único se desarrolla en todo el mundo.
Desde Venezuela hasta Cuba, pasando por China, Zimbabue, Corea del Norte o Eritrea, y en todos los casos se trata de una ficción democrática.
El Estado de un solo partido no es una filosofía.
Sino un mecanismo para mantener el poder por el mayor tiempo posible y que funciona adecuadamente bajo diversas ideologías.
Inaugurado a principios del siglo XX por el leninismo que logró derrocar un orden político aristocrático en Rusia, el Estado con partido único se ha impuesto en distintas partes con sus características antidemocráticas, anticompetitivas y antimeritocráticas.
Donde el gobierno no se encuentra en las manos de los más capaces sino en las de los más fieles.
Imprimir artículo
