El PRI, los dilemas y los nubarrones

Mi amigo

El PRI. Los expresidentes del PRI están preocupados, creen, con razón, que las cosas no van bien.

Algunos de ellos piensan que hay que cambiar de dirigencia y hacer un gran pacto con la sociedad.

Les asiste la razón, pero se equivocan de objetivo.

El problema central no es Alejandro Moreno, sino el empuje y avance de la 4T.

Y sí, requieren del apoyo de la ciudadanía, pero no lo obtendrán si no son una oposición firme y atractiva.

La situación en la que se encuentra el PRI no es una novedad, se fue cocinando desde hace años.

Morena, y antes el PRD, como ha señalado con precisión Dulce María Sauri, les quitaron militantes y estructuras.

El traslado de apoyos de cierta forma fue natural, como no ocurrió cuando gobernó la derecha.

Esa es una de las razones de que nunca hubieran recobrado protagonismo en la Ciudad de México, desde que la perdieron en 1997.

Por eso la llegada de López Obrador los puso contra las cuerdas y como nunca en su historia.

Es la tragedia de un PRI succionado por otro PRI.

El PRI en crisis 

Ahí está el desafío más grande y no tanto en los relevos directivos.

El retorno de los priistas al poder en 2012, no significó un ejercicio de autocrítica.

Nunca valoraron la oportunidad que les dio la ciudadanía y se sumergieron en frivolidades y no pocas veces en la corrupción.

El Pacto por México, uno de los ejercicios reformistas más profundos de la historia reciente, quedó hecho pedazos sin que nadie lo defendiera, entre otras cosas porque cayeron en la trampa de asumir la narrativa del adversario.

De modo irresponsable dejaron que el discurso de odio y división se convirtiera en una metástasis de la vida pública, con las consecuencias que ahora todos conocemos.

Desde 2018, luego de una votación que los mandó al tercer sitio, debieron activar todas sus alarmas.

Claudia Ruiz Massieu, entonces presidenta del PRI, lo intentó, conduciendo un periodo complejo porque ya se esbozaban muchos de los problemas que luego se tornarían en crisis.

Pero la mayoría de los líderes del antiguo partido en el poder no lo hicieron, al contrario, vieron complacientes como el todavía presidente Enrique Peña Nieto abdicaba de sus responsabilidades y entregaba el poder, en los hechos, seis meses antes de concluir su mandato.

Sabían que se avecinaba un ataque a las instituciones y lo esperaron pasmados, sin capacidad de iniciativa.

Permitieron que Morena asumiera una representación que no tenía en la Cámara de Diputados y aprobaron toda una serie de reformas regresivas, como la de la Guardia Nacional o la de la Austeridad Republicana, esta última, la que afectó a miles de servidores públicos que se dieron cuenta, de un día para otro, que trabajar en el gobierno ya no aseguraba un salario decente y que su experiencia dejaría de ser aprovechada.

En 2021 transitaron a una alianza con el PAN y el PRD exitosa.

En la actualidad tienen relevancia legislativa justamente por ello.

La clave es que se mantengan en los márgenes del mandato ciudadano que provino de las urnas y que es claro: defender las instituciones y a la Constitución.

En 2022 el acuerdo con los mismos partidos, les permitió ganar en Durango y acompañar el triunfo del PAN en Aguascalientes.

Eso es lo que hay, desde ese punto que tienen para partir hacia el 2024.

Publicado en Forbes el 14 de junio de 2022.

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