Dolores Castro Varela nació en Aguascalientes en 1923. Estudió la licenciatura en derecho y la maestría en literatura española en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y estilística e historia del arte en la Universidad Complutense de Madrid.
Fue fundadora de Radio UNAM y colaboró en la dirección de Difusión Cultural de la Universidad. Además, fue maestra fundadora de la entonces ENEP Acatlán, hoy FES. Fue la jefa de redacción en la revista Poesía de América, donde conoció a Cintio Vitier, José Lezama Lima, Fina García Marruz, Fernández Retamar, entre otros. También condujo el programa Poetas de México en el Canal 11 con Alejandro Avilés.
Castro Varela recibió el Premio Nacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz. En 1980, ya viuda, decidió concursar por el Premio Mazatlán para así poder ganar dinero extra para su familia.
Solía contar que debajo de un jazmín, jugaba de niña a la escuelita. Las macetas eran sus alumnas. Desde entonces, su vocación por compartir con otros la literatura a través del magisterio no ha menguó. Dio clases en la Escuela de Escritores de la SOGEM, el INBA, la Escuela de Periodismo Carlos Septién García y en la Universidad Iberoamericana. En 1988 fue homenajeada como Maestra de la Juventud.
Una de sus alumnas en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García expresó hace más de 10 años: “usted es de los maestros que no tienen programa fijo ni horario sujeto, sino que construyen el alma de sus alumnos poniendo lo que haga falta en ellos.”
Y Elisa Buch, alumna de un taller de poesía que la maestra ofreció gratuitamente en su casa, del cual surgió el libro Casa de los horizontes, como recopilación de varios trabajos, expresa: “Cuando llegas a su clase nunca te descalifica, sino que habla contigo y te propone cómo mejorar tu trabajo. Te orienta para que goces la poesía y encuentres una voz propia.”
Sin embargo, Dolores Castro Varela o “Lolita” consideraba que “no es que tenga capacidad para enseñar; lo que Dios me dio fue una gran capacidad para querer a los demás.” Ella carecía prácticamente de vida social activa, y a diferencia de otros escritores de su generación, se ha mantuvo relativamente apartada de círculos intelectuales. Dar clases y escribir consumían la mayor parte de su tiempo.
Ocho Poetas Mexicanos, grupo de Dolores Castro Varela
Empezó su amistad con Rosario Castellanos en el último año de la secundaria “porque ella era muy desconfiada y muy tímida, y yo no era desconfiada, pero sí tímida”, recordaba. Ambas estudiaron juntas leyes, pero luego se dieron cuenta que no les gustaba. Solían decir que existían dos clases de mujeres: “las bonitas y las estudiantes”.
Posteriormente las dos amigas llegaron a la Facultad de Filosofía y Letras. En la Biblioteca Mascarones, conocieron a Augusto Monterroso, Carlos Illescas, Otto-Raúl González, Ernesto Cardenal, Ernesto Mexía Sánchez, Manuel Durán Gili, Ramón Xirau, Jaime Sabines, Emilio Carballido, Sergio Magaña, Luisa Josefina Hernández, Luis Rius, Juan Bañuelos y muchas otras figuras que marcarían el acontecer cultural mexicano.
Castro Varela participó con algunos de ellos en la revista Barcos de papel financiada por el IFAL, de la que fue jefa de redacción. También conoció a Margarita Michelena, quien era un poco mayor que ella, y a Juan Rulfo, quien asistía a las reuniones de la revista Poesía en América de quien dijo “era un hombre de pocas palabras; pero cuando hablaba, había que escucharlo.”
“Yo nunca me he preocupado por triunfar en las letras, sino por contribuir con un grano de arena a que esa tradición tan difícil que es la poesía no se interrumpa; no competir con nadie, porque si en algún terreno no se debe dar la competencia es en la poesía…”, dijo ella para explicar su aparente distancia de los círculos literarios.
Dolores Castro formó también parte del grupo Ocho Poetas Mexicanos. Se les llamó así por la antología que reunió su obra, publicada por Alfonso Méndez Plancarte. El grupo estuvo integrado por Alejandro Avilés, quien entrevistó a todos para El Universal, Roberto Cabral del Hoyo, Javier Peñalosa, Honorato Ignacio Margaloni, Efrén Hernández, Octavio Novaro y Rosario Castellanos.
Ella misma definió que “era un grupo muy interesado por la poesía, no en los cocteles. Leíamos poemas y los criticábamos.” El lema del grupo, ideado por Dolores, fue “Cada uno su lengua, todos en una llama.”
Obras
Dolores Castro Varela empezó a publicar sus poemas en la revista Poesía de América dirigida por Efrén Hernández y Marco Antonio Millán. Su primer libro publicado fue El corazón transfigurado (1949), fue una separata de esa misma revista.
En la colección de Los epígrafes de Reyes Navares publicó Siete poemas (1952). Ese mismo año apareció Dos nocturnos.
El esposo de Rosario Castellanos le pidió para publicar La tierra está sonando (1959), ella cuenta que fue “mi primer libro del cual respondo, aunque le haría pequeñas correcciones”, dice. Es un conjunto de poemas breves con un hilo conductor común “el enfrentamiento a una realidad tangible y áspera. Son como pequeñas iluminaciones, vivencias de un sentido más profundo que encontré de pronto para mi vida”, explica la propia autora.
De su obra Los poemas de Cantares de vela (1960), Castro Varela contaba que “no quisieron ser poemas femeninos ni feministas, pero sí creo que tienen el sello de la vida de una mujer. No quisieron ser poemas femeninos porque escribir pretendiendo ser femenina es una coquetería inútil, porque una mujer escribe como mujer.”
Es autora de la novela La ciudad y el viento (1962). Esta obra la empezó a escribir en 1954, tras su matrimonio con Javier Peñalosa, “Al final andaba jugando carreras: quién nacía primero, si la novela o el hijo, ya estaba a punto de dar el último grito y la última teclada.”
Soles (1977) es una obra que cuenta con tres partes. Una de ellas trata sobre vivencias inmediatas, y otra fue escrita tras los acontecimientos de 1968, como una búsqueda de aproximación a la realidad mexicana.
Además, fue autora de los libros de poemas y antologías: Qué es lo vivido (1980), Las palabras (1990), Poemas inéditos (1990), y No es el amor el vuelo (1995).
También escribió el ensayo Dimensión de la lengua y su función creativa, emotiva y esencial (1989).
Castro Varela consideraba que “la literatura es la historia del hombre por dentro; si uno la olvida está olvidando esa parte de la historia de la cultura que es el cultivo del hombre…La literatura considera lo que ocurre, pero de una manera más permanente.”
“Para toda persona la vida es un torbellino. Mediante la poesía se puede tener el lujo de cantar y girar y ascender o descender con él…Si se recorre el laberinto a la vez que se aprende a cantar, le ocurre a uno como a los niños que silban en la noche mientras tratan de controlar el miedo a la oscuridad. La música produce luz, sobre todo la música en la palabra, en la poesía”, expresaba.
A pesar de lo vivido, Castro Varela pensaba que “la mayor parte de mi felicidad, se la debo a la literatura”.
Imprimir artículo