A la memoria del entrañable Manuel Camacho Solís
Ciudad de México.- La sociedad organizada abrió varios boquetes en la fortaleza partidista. Comparo los tres más importanes: Nuevo León, Jalisco y el caso Verde.
Como Vicente Fox, Jaime Rodríguez, “El Bronco” asaltó al poder con carisma, discurso pegador y espléndida comunicación. A diferencia de Fox, sus bases sociales y políticas son bien frágiles. Pregona que mandará a su casa a los partidos durante seis años, pero su falta de estructura partidista lo obligará a gobernar con municipios y congreso dominados por el PAN y el PRI. Está obligado a “conciliar”, un verbo que frecuentemente se transforma en “hacerse secuaz” de poderes fácticos y partidos. Dependerá de la sociedad que no termine “avicentado”.
Jalisco fue el verdadero campanazo dominical. Por esa tendencia a centrar en personas el análisis se pasa por alto lo fundamental: Enrique Alfaro es el articulador y el referente de un movimiento político-social que ha estado gestándose durante largos años y que tiene como núcleo principal a jóvenes con otra visión de la política. Sus logros impresionan. Gobernarán 62% de los jaliscienses y tiene 9 de los 20 diputados de mayoría locales.
Estamos ante una nueva generación que conquista amplias cuotas de votos e instituciones utilizando pragmáticamente la bandera de un partido, Movimiento Ciudadano, encabezado por Dante Delgado, político veracruzano de la vieja escuela. Por liderazgo y estructura Jalisco es la entidad donde hay más posibilidades de transformaciones profundas en la forma de ejercer el poder y de relacionarse con la ciudadanía (el Distrito Federal lo abordaré en otra columna).
El tercer caso apunta hacia el caso del partido Verde. Ubiquémoslo en un contexto más amplio. Ante el debilitamiento de su gobierno, Peña Nieto y su partido pusieron como prioridad el control de la Cámara y su principal instrumento fueron esos ambientalistas de pacotilla que disfrutan de recursos al parecer ilimitados y de un trato premium de las televisoras.
A partir de septiembre de 2014, el Verde impartió cátedras magistrales de cinismo y de imaginación en el oficio del violador de leyes electorales (la única que dejaron en paz –espero– fue la de la gravedad). Lo hicieron a la vista de todos y con un éxito notable: en diciembre de 2014 tenían 11 puntos de intención del voto.
Ante la pasividad del Instituto Nacional Electoral y la complicidad del Tribunal en la materia surgió de la ciudadanía organizada una campaña en redes sociales: #quitenelregistroalVerde. No es exagerado decir que ésta influyó para que el Verde perdiera 4 puntos, es decir un millón 400 mil votos.
Lo anterior deja una conclusión lógica: hoy la sociedad sólo ha ganado un poco de esperanza de que habrá cambios sustanciales. Sin poner en duda la buena voluntad del Bronco y Alfaro, la sociedad no puede cometer el error de 2000 y confiar en que los líderes carismáticos modificarán las reglas de un sistema súblime en el arte de cooptar y encajonar a líderes y movimiento. Tenemos que acompañarlos para apoyarlos y para evitar el “avicentamiento”.
El Verde es la prueba fehaciente de la profunda degradación de nuestra transición. Es un candidato ideal para empezar la limpieza a fondo que México necesita con urgencia. La sociedad organizada es la responsable de insistir a los consejeros del INE y a los magistrados del Tribunal Electoral que no les conviene seguir siendo los monigotes del PRI, el Verde y las televisoras. Por esa pasividad el Verde se burló de ellos y de la ciudadanía hasta el último minuto de la elección. Si quieren lanzar un mensaje claro de que el combate a la corrupción va en serio, el Verde debe perder el registro.
En el trasfondo está la urgencia de hacer una modificación fundamental en la forma como conceptualizamos el cambio pacífico. Durante años nos creímos la tesis de que el mejor camino era una “ruptura pactada” a la española. El resultado ha sido, en ambos países, un festival de latrocinios y desigualdad. En España ya están corrigiendo el modelo y encarcelan a presuntos responsables.
México tolera los agravios. Necesitamos una “ruptura ética” centrada en evitar que la conciliación se convierta en refugio de los ladrones e ineptos. El rumbo que tome la transición dependerá de lo que haga la sociedad. El principal mensaje de este domingo 7 es que una sociedad replegada es una sociedad ignorada y menospreciada. Los boquetes que le abrimos al búnker partidista deben transformarse en ventanales, y multiplicarse.
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Colaboró Maura Roldán Álvarez.
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