¿Hay un trumpismo de izquierda?

Ciudad de México.- Lo que queda de izquierda, en Morena, se volvió partidaria de Donald Trump. Es una pirueta extraña y consecuencias evidentes en una narrativa que tuvo sobre su eje la soberanía nacional, el combate a la pobreza, la protección de los migrantes y el repudio a los grandes poderes económicos.

Todo esto, es verdad, se fue desmoronando desde diciembre de 2018 pero en los últimos meses se ha profundizado lo que es un viraje si tenemos como referencia lo que se prometió en la campaña por el voto y lo que ahora sucede.

Lo que ocurre respecto a Donald Trump es lo más revelador de esta renuncia a lo que fueron las líneas generales, el esbozo del proyecto que en teoría los aglutinaba.

Pero como todo, o casi todo, lo define el presidente López Obrador, hay que concentrarse en cómo ha construido la relación con Estados Unidos y a qué precio.

Hay dos momentos, el de Andrés Manuel candidato y el de López Obrador presidente. El primero era aguerrido y exigía que Trump fuera juzgado por su racismo y ataques a nuestro país, el de ahora, en cambio, compara al presidente de Estados Unidos con George Washington.

El poder y su ejercicio hacen que el panorama se vea distinto, lo que era claro desde las llanuras de la oposición, porque la responsabilidad es limitada, se torna oscuro y brumoso desde las oficinas de Palacio Nacional, cuando los riesgos se vuelven altos.

La relación con Estados Unidos es la más importante para México a nivel internacional, por todo lo que implica, a nivel económico, social, de seguridad y, por supuesto político.

Cada presidente mexicano ha optado, con el margen que le conceden las circunstancias concretas en que se ejerce el poder, cuál es el tipo de relación, de intercambio y de colaboración con la Casa Blanca.

López Obrador, me parece, decidió plagarse a los deseos de Trump, sobre todo en materia migratoria, para evitar roces y tensiones en la relación. Olvidó que había dicho en el pasado y se concentró en celebrar las virtudes que encuentra en un político bastante silvestre y racista y que bajo cualquier pretexto ataca a los mexicanos.

Como en tantos asuntos de la vida pública, el presidente López Obrador ve las cosas distintas a las que provienen del análisis y los datos. Con Trump opera está misma lógica, que es una mezcla de instinto y autocomplacencia.

En el fondo, es un trumpista de izquierda, si tomamos en cuenta los reflejos que comparten: desprecio a las élites, a las instituciones y a la prensa. Por eso asistió a la Casa Blanca, a sabiendas de que ello tendría una precisa lectura electoral, como ya muestra el uso que sobre el encuentro están haciendo los operadores del candidato demócrata.

Es ahí donde los integrantes de Morena tienen que hacer piruetas con sus convicciones y pasado y no siempre lo hacen convencidos, pero carecen de la independencia suficiente para expresar sus diferencias con el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Les faltó audacia para apoyar la política exterior del presidente, sin tener que renegar de lo que estuvieron pregonando a lo largo de los años y en particular sobre la lectura que han hecho de la situación en el continente.

Se volvieron trumpistas de izquierda y ello es una contradicción –ya que en Trump todo se aleja de ello– que va a estallar tarde o temprano y curiosamente los dejará dónde están, pero sin dobleces.

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