En la CDMX requerimos un protocolo para atender crisis hídricas

Ciudad de México.- Los sismos del 19 de septiembre de 1985 y 2017 han sido dos de los eventos más catastróficos que ha padecido nuestro país. Ambos causaron cuantiosos daños materiales en varias entidades, aunque la perdida de vidas fue menor en el segundo, la vida cotidiana se trastornó por varios meses.

En la Ciudad de México el abastecimiento de agua fue uno de los rubros en los que la infraestructura resultó dañada de manera significativa y su restablecimiento en condiciones normales tardó varios meses. 

Incluso, hay quienes aseguran que del sismo del año pasado, hay zonas en las que no se ha normalizado el servicio.

Fue evidente que el gobierno no contó, en ambos eventos, con un esquema institucional que diera respuesta rápida a la necesidad de contar con un diagnostico rápido, efectuar reparaciones oportunas y mecanismos de entrega de agua provisional, ya sea a través de carros tanque o de otros mecanismos.

Las protestas y cierres de calles exigiendo solución al problema, o que al menos se dotará de agua a través de pipas, no se hicieron esperar y a los pocos días se conocía del secuestro de pipas en los trayectos a sus destinos de entrega o incluso en las garzas en donde se abastecían.

De acuerdo al IV Informe de Gobierno, del Presidente Miguel de la Madrid, el sismo del 19 de septiembre de 1985 afectó el Acueducto Suroriente con 28 fracturas, la red primaria registró 167 fugas y la red secundaria 7, 229 fugas de agua potable y se dejaron de suministrar temporalmente 7.6 metros cúbicos por segundo. La propia Comisión Nacional del Agua reconoce que no se tiene documentado la forma en que se atendió esa crisis hídrica, pero todos los que vivimos ese evento recordamos lo difícil que resultaba abastecerse de agua en muchas zonas de la ciudad y la necesidad de que las fuerzas del orden resguardaran las pipas dedicadas a suministrar las llamadas “mamilas” que se colocaron en las colonias más afectadas.

De acuerdo a la información de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), el sismo del 19 de septiembre de 2017 provocó 29 fracturas en los ramales Míxquic-Santa Catarina y Tláhuac-Nezahualcóyotl, 20 fugas en el Acueducto Chalco-Xochimilco, dos mil fugas en la red secundaria, afectaciones en la Planta Potabilizadora Santa Catarina, se cayeron 21 transformadores de energía eléctrica y se quemaron 42 bombas. 

Todo ello provocó una reducción de suministro de cinco metros cúbicos por segundo, afectando los primeros días 3 millones 300 mil personas y después de reinstalación del suministro de energía eléctrica y de reparaciones en acueductos, para mediados de octubre eran 700 mil personas las afectadas.

La policía y el ejército tuvieron que escoltar buena parte de las 753 pipas que Conagua, Sacmex, delegaciones e incluso gobiernos de otros estados dispusieron para atender la escasez de agua. 

Hay que resaltar que no hay antecedentes de un operativo de esa magnitud en la CDMX, sin embargo, el agua suministrada a través de ese esquema equivale a 200 de los 5000 litros por segundo que se dejaron de suministrar, es decir sólo se cubrió el 4% del faltante, lo que explica la gran cantidad de conflictos registrados en calles de las delegaciones Iztapalapa, Tláhuac y Xochimilco, incluso hay testimonios del uso de armas de fuego para secuestrar carros tanque y desviarlos a destinos diferentes de los ordenados a los operadores.

La falta de un protocolo de respuesta inmediata a eventos catastróficos como el de los sismos citados, es un hecho que incrementa la vulnerabilidad de la CDMX, porque no hay que perder de vista que su sistema hidráulico es uno de los más complejos en el mundo, basta recordar que cuenta con una basta infraestructura para abastecer de agua a los capitalinos con cerca de 900 pozos abastecimiento, siete acueductos, 268 plantas de bombeo y rebombeo, 377 tanques de almacenamiento, 53 plantas potabilizadoras 13 mil kilómetros de red primaria y secundaria. Sin contar que un tercio del agua suministrada llega a través del sistema Cutzamala que cuenta con siete presas de almacenamiento en Michoacán y Estado de México, con un complejo esquema de trasvases y potabilización.

Sin mantenimiento mayor en el Sistema Cutzamala de por medio y sin interrupciones significativas por catástrofes naturales se ha observado un incremento de manifestaciones por falta de agua, prácticamente una cada tercer día, ahora imaginemos una falla temporal y parcial en cualquiera de sus componentes en los siguientes años.

La gran lección de los sismos del 19 de septiembre y el incremento de los conflictos sociales por falta de agua, en diversas delegaciones de la ciudad, nos indican la urgencia de contar con un protocolo de respuesta rápida y eficiente para dotar de agua a quien lo requiera, en caso de una falla de gran magnitud. 

Dicho protocolo requiere abarcar más allá de la dotación de agua a través de pipas porque es un esquema insuficiente y generador de violencia.

En ese contexto el uso de la tecnología se vuelve fundamental para realizar maniobras que permitan manejar los flujos de agua de manera que se racionalice el consumo por sectores y se redistribuya en las zonas afectadas.

La conformación de brigadas capacitadas y bien equipadas será, sin duda, otro de los componentes fundamentales del protocolo en referencia.

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