El mundo al revés

Ciudad de México.- Para la gente que nos asumimos de izquierda, las marchas son nuestro pan de cada día puesto que consideramos que hay situaciones que no deben pasar desapercibidas por una y mil razones distintas.

En el contexto mexicano actual hay razones para protestar tres veces al día durante todo el año: la violencia, la pobreza, los miles de muertos, la corrupción, los desaparecidos, los feminicidios, etc., sin embargo, ninguna de esas razones ha logrado movilizar a un sector de la población que, por primera vez, se movilizó el pasado 11 de noviembre en contra de lo que para ellos sí es indignante.

A pesar de la convocatoria tan confusa, ahora que conocemos el desenlace podemos afirmar que la movilización fue a favor del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) y contra las consultas a modo, que cabe aclarar son demandas perfectamente debatibles; pero también fue un espacio de expresión para discursos xenófobos, clasistas, y sobre todo incongruentes.

Algunos de las asistentes afirmaron marchar por México, en contra de la ignorancia, a favor de la justicia, a favor de la democracia, etc. Pero dejando a un lado la incongruencia de su discurso, centremos la mirada en lo que ese discurso representa en cuanto a la falta de tejido social y empatía hacia otro ser humano.

Es preocupante que doce años de violencia exacerbada, desaparecidos y siete feminicidios al día no hayan logrado movilizar a esas 5,500 personas (aprox.) que marcharon el domingo. ¿Qué nos dice la marcha del domingo sobre la sociedad a la que pertenecemos y sobre nosotros mismos y nuestros principios?

Si bien entre los organizadores del evento hay organizaciones con trayectoria, es importante no quitar el ojo de encima porque este tipo de convocatorias han logrado sumar a gente que antes no estaba movilizada; ejemplo de esto son los hechos ocurridos en Tijuana la noche del miércoles, en la que pobladores de dicha ciudad agredieron y amenazaron a migrantes que pernoctaban en albergues. 

No es coincidencia que el discurso y las manifestaciones de odio se estén dando con y llevando a todos los ámbitos de la vida cotidiana en nuestro país.

Reflexionemos sobre nuestros principios, sobre quiénes somos y sobre el país y la sociedad que queremos. Hay que retomar el camino de la solidaridad y empatía hacia la vida.

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