A la Deriva

Ciudad de México.- Desde el 16 de junio de 2015 Donald Trump nos insulta y utiliza para sembrar rencores. En los once meses que han pasado desde entonces Enrique Peña Nieto y su equipo han recorrido tres etapas de titubeos.

La primera fue la indiferencia total. Se justificaban diciendo que si le respondían a Trump estarían “engordándole el caldo”, que sería un error intervenir en la elección de otro país, que la respuesta debía venir de los mexicanos en los Estados Unidos, etcétera. En marzo de 2016 reconsideraron iniciándose un breve interludio. Ese mes el presidente dio una entrevista a Pascal Beltrán del Río (Excélsior) y sin mencionar a Trump por nombre sí comparó el contexto estadunidense actual con el que permitió la llegada de Mussolini y Hitler al poder. Ese mes renovaron personal y el 5 de abril a las 10 de la mañana anunciaron el cambio de subsecretario y embajador ante Estados Unidos.

Los relevos se hicieron porque, según la secretaria Claudia Ruiz Massieu Salinas, era necesaria una “postura diplomática más firme” y como parte de la formulación de una “estrategia integral”. Poco después el nuevo embajador Carlos Sada Solana reconoció, humilde, que “nos descuidamos”, y anunció que a partir de ese momento sería diferente: no dejaremos pasar “ataques injustificados”.

El relevo coincidió de casualidad con otro agravio. A las 3 de la mañana de aquel 5 de abril, The Washington Post citaba el documento en el cual Trump daba a conocer la manera cómo obligaría a México a pagar el muro. En su primer día como presidente, dijo, promulgará una “regulación” que permitirá controlar las remesas de mexicanos en los Estados Unidos. Si México no paga, frenará el envío de los 24 mil millones de dólares anuales. También piensa subir las tarifas por las visas que tendrán muchos más controles. Así se pagará el muro que, en el mundo de Trump, es una pieza central en su plan de regresarle grandeza a los Estados Unidos (Make America Great Again).

Un mes después del reemplazo de funcionarios, Trump se quedó como único aspirante a la nominación republicana. El 4 de mayo The New York Times publicó un reportaje explicando cómo serán sus primeros cien días como presidente. Uno de sus principales confidentes y consejeros, Roger Stone, reiteró que Trump cumpliría con su promesa del muro mexicano porque lo “ha dicho mil veces”. El candidato añadió que al terminar las primeras cien jornadas “el muro con México estará diseñado”.

Mientras el candidato ha seguido zarandeando a México el gobierno mexicano regresó al punto de partida. El 5 de mayo Claudia Ruiz Massieu Salinas estuvo en Sacramento, capital de California. Ni una sola vez se refirió a Trump por nombre. A lo más que llegó fue a lanzar una frase críptica en el último párrafo de su discurso ante el Senado de aquel estado: “No nos equivoquemos ni dejemos que nadie cree confusión”. La “firmeza” y la “estrategia integral” prometidas se evaporaron junto al subsecretario José Paulo Carreño y al embajador Sada (¿alguien los ha visto?). El 9 de este mes el presidente confirmó el retroceso: México no se meterá en el proceso electoral vecino. Trump puede seguir insultándonos y alentando el odio hacia nosotros en Estados Unidos.

Se entienden las dificultades para armar una reacción adecuada a Trump. Lo grave es que ni siquiera lo han intentado en serio. La burocracia se la ha pasado esperando línea de un presidente confundido y desconcertado que se dedica a pronunciar discursos en eventos acartonados y con rituales desgastados. Y si Peña Nieto titubea la burocracia se paraliza.

Espacio propicio para las ocurrencias. El gobernador Eruviel Ávila ya anunció, acompañado de todo su gabinete, el inicio de una campaña informativa para que la comunidad latina conozca el riesgo que representa Donald Trump. En ningún momento aclaró cuándo iniciarían, dónde y cuál sería el costo de dicha campaña. Vicente Fox sacó el pandero de bufón para disculparse por haber llamado a Trump “ignorante”, “loco” y “falso profeta” e invitarlo a visitar México. Aprovechó el micrófono para darnos lecciones: el “perdón es una de las grandes cualidades del ser humano”.

Pobre de México, tan cerca del racismo estadounidense y tan a merced de gobernantes mediocres que disimulan su falta de ideas y arrojo con mutismos, ocurrencias y frivolidades. El Estado carece de una estrategia para enfrentar a Trump. Tenemos una política exterior, y una presidencia, a la deriva.

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Colaboró Maura Álvarez Roldán.

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