Los uniformados. Las corporaciones policiacas son las Cenicientas del aparato de seguridad mexicano: maltratadas, arrinconadas y vilipendiadas.
Un cineasta de 43 años y un académico de 35 ofrecen miradas frescas sobre las razones por las cuales la ciudadanía respeta a los militares y desconfía de las policías.
Esta semana, Netflix estrenará Una película de policías dirigida por Alonso Ruizpalacios.
Me invitaron a verla anticipadamente y quedé impresionado por la calidad y profundidad del argumento, la fluidez con la cual van tejiendo la ficción con el documental.
Y las soberbias actuaciones de Mónica del Carmen y Raúl Briones que ingresaron a las academias y patrullaron la ciudad para interiorizar los usos y costumbres de ese gremio.
El mensaje central de la cinta es que la policía capitalina es estructuralmente ineficiente y corrupta.
Porque así lo quieren sus jefes amafiados con las redes de interés que manejan para su beneficio buena parte de la vida capitalina.
Los dos protagonistas, Teresa y Montoya, son policías relativamente honestos y razonablemente bien intencionados.
En una escena crucial se enfrentan a un personaje prepotente que, por defender su invasión de las banquetas donde hace negocios, les presume de su poder con el clásico “no sabes con quién te estás metiendo”.
En este caso, no resulta una fanfarronada y Teresa y Montoya terminan siendo marginados, acosados y obligados a dejar la corporación.
La película ofrece un resquicio de esperanza porque incorpora la exitosa experiencia de la Policía de Proximidad del municipio conurbado de Nezahualcóyotl en el Estado de México.
Los uniformados
En el filme la policía de Neza tiene motivación, capacitación y buena moral.
Pero en ningún momento se explica por qué allá sí y en la capital no.
Es una historia que contaré en otra ocasión.
Si la película es tan convincente se debe a la calidad de sus asesores (entre otros, Ernesto López Portillo, Elena Azaola y Maru Suárez).
A reserva de conocer las reacciones de los policías y de sus comandantes, estamos ante un filme que explica con precisión y detalle la vida diaria de la policía capitalina, sin lamentos ni condenas.
Es lo que hay y sobre eso se tiene que construir.
Paso a las tesis del académico Mariano Sánchez–Talanquer, investigador recién ingresado a El Colegio de México.
En un texto de 41 cuartillas ofrece una explicación cualitativa y cuantitativa sobre la historia de los Guardias Rurales entre 1920 y 2020.
Los Guardias son un cuerpo paramilitar (ahora bastante disminuido) que depende del ejército.
Los favoritos de AMLO
El académico sostiene que los gobiernos de la Revolución mexicana, las Fuerzas Armadas y las Guardias Rurales, tomaron la decisión deliberada de limitar la institucionalización y fortalecimiento de los uniformados municipales y estatales.
Lo hicieron porque no querían “competidores en el control de la coerción” ya que, como resume Sánchez–Talanquer en una frase muy bien lograda, “la debilidad de unos [es] la fortaleza de otros”.
En otras palabras, la debilidad policiaca actual es el resultado del recelo militar hacia organismos que no pueden controlar.
En la actualidad, los favoritos de la ciudadanía y del presidente Andrés Manuel López Obrador son, con mucho, el Ejército, la Marina y la Guardia Nacional.
Ello significa que la esperanza de una reforma para fortalecer a los uniformados depende de los gobiernos locales y de una modificación en el pensamiento militar.
La película y el texto académico plantean argumentos complementarios.
Es indispensable seguir insistiendo sobre la centralidad de la profesionalización de los uniformados.
Pero al mismo tiempo, hay que pugnar por el diálogo entre sociedad y fuerzas armadas.
Y por la exigencia de que sean más transparentes y le rindan cuentas al Congreso.
El combate y la contención de los ahora omnipotentes carteles requiere de buenos militares acompañados de corporaciones policiacas profesionales.
Estos objetivos no están por ahora entre las prioridades del gobierno federal.
Pero sí están siendo empujados por algunos gobiernos locales apoyados por múltiples organizaciones de la sociedad.
Este es el camino más lógico —de hecho, es el único disponible— para quienes deseamos un México en paz.
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