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domingo, marzo 23, 2025

Enigma poblano

El Diálogo Nacional por la Paz se realizará en Puebla del 21 al 23 de septiembre. El encuentro podría influir en una estrategia de seguridad que trate con respeto a las víctimas.

Cuando Andrés Manuel López Obrador tomó posesión como presidente en 2018, mostró empatía hacia las víctimas.

Permitió que Olga Sánchez Cordero transformara Gobernación en un faro de esperanza, armó una política humana y generosa hacia los migrantes; se crearon tres comisiones para esclarecer lo acontecido durante la Guerra Sucia y en Ayotzinapa e hicieron un gran esfuerzo para tener precisión sobre el número de desaparecidos.

Las promesas fueron efímeras burbujas de jabón. Siete meses después —junio de 2019— Donald Trump chantajeó a López Obrador: para no gravar las exportaciones mexicanas, tenía que destinar y pagar a los 28 mil guardias nacionales que, desde entonces, corretean y encarcelan migrantes dejados a merced de criminales asociados con policías y militares corruptos.

Algo similar sucedió con las comisiones sobre la Guerra Sucia, Ayotzinapa y los desaparecidos. Hace unas semanas sus responsables nos informaron que el Ejército, el Centro Nacional de Inteligencia y el Archivo General de la Nación escamotean o niegan la información a las comisiones de la verdad creadas por el gobierno. El presidente salió en defensa de ¡los censores! También descabezó la Comisión Nacional de Búsqueda de desaparecidos porque le molestaron las elevadas cifras que estaba entregando.

Durante los primeros años la sociedad se quedó pasmada por la magnitud de la traición presidencial. La reacción social más estructurada provino de la Compañía de Jesús. Cuando los criminales asesinaron a dos jesuitas en Chihuahua (junio de 2022) los religiosos se preguntaron: “¿Qué país es este que se ha acostumbrado a la muerte cotidiana, a la corrupción, a la impunidad y al fracaso de sus instituciones?” Apoyados por la Conferencia del Episcopado Mexicano y por la Conferencia de Superiores Mayores, los jesuitas recorrieron el país. Organizaron más de mil conversatorios y 50 foros en los cuales participaron académicos, funcionarios de los tres niveles de gobierno, policías, empresarios, colectivos de familiares de desaparecidos, iglesias y líderes religiosos.

Al mismo tiempo invitaron a un grupo de especialistas que retomaron lo obtenido de conversatorios y foros para escribir una apretada relatoría de 56 cuartillas que documenta con precisión la indefensión en que vivimos. Ese documento será discutido por los 1,230 participantes que se han registrado para el encuentro en la Universidad Iberoamericana y del cual saldrá una agenda con la que iniciarán diálogos con diferentes sectores y actores. Entre ellas las candidatas, por supuesto, pero no solamente.

Hasta ahora, la ciudadanía ha enfrentado la pérdida y el sufrimiento por la cantidad de muertos, heridos y desaparecidos; mientras, los políticos han pronunciado discursos y salido con ocurrencias. También han excluido a la sociedad. El 67 por ciento de la población está insatisfecha, pero la actitud generalizada es ponerle distancia al asunto. El enigma poblano es si de ahí saldrán agendas atractivas para la investigación, la interlocución y la movilización ciudadana que confluyan en una red nacional por la paz.

Releí dos movimientos exitosos para detectar la forma en que construyeron sus agendas. El primero fue la lucha por los derechos civiles estadounidenses iniciada el 1º de diciembre de 1955 en Montgomery, Alabama; la segunda, el movimiento estudiantil mexicano de 1968. Pese a sus diferencias se parecen en la brevedad de las demandas: tres en el primer caso, seis en el segundo. Por lo tanto, una convocatoria nacional debe basarse en una agenda breve, concisa y clara.

La sociedad mexicana está esperando un llamado creíble y legítimo para movilizarse. Resulta ofensivo e insoportable el desdén presidencial hacia las víctimas y su tolerancia hacia el yugo impuesto por los criminales. Es indispensable sacudir a los candidatos con propuestas sobre las formas en cómo podemos destruir los pactos de impunidad entre criminales y un buen número de gobernantes y empresarios. En poco tiempo sabremos si el Diálogo Nacional por la Paz está a la altura del huracán que recorre México.


Colaboró Jorge Araujo.

 

 

 

 

Sergio Aguayo
Sergio Aguayohttp://sergioaguayo
Académico y analista. Nació en Jalisco y creció en Guadalajara. En 1971 llegó a la Ciudad de México a estudiar la licenciatura en Relaciones Internacionales en El Colegio de México. Realizó la Maestrí­a (1971), doctorado y post-doctorado (1977-1984) en la Universidad Johns Hopkins. Desde 1977 es profesor investigador del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México y tiene el Nivel III en el Sistema de Investigadores. Actualmente coordina el Seminario sobre Violencia y Paz en esa institución.

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