Una izquierda por inventar

Ciudad de México.- Las recientes elecciones locales dejan enseñanzas sobre las debilidades e involuciones que sufre nuestro proceso democratizador y que se observan en el agotamiento de un modelo electoral centralizado, costoso y burocrático, y en la persistencia de la desconfianza e incredulidad ciudadana como el mayor mal que afecta a los partidos tradicionales y a los políticos de profesión.   

Dejan también lecciones respecto al futuro más probable y, destacadamente, el reconocimiento de que las alianzas electorales son competitivas y que en algunos casos favorecen a la oposición garantizando la alternancia. En tal escenario, destaca el desempeño que las izquierdas mostraron en estos procesos electorales, lo que abre el debate sobre el tipo de izquierda que se requiere para las elecciones presidenciales del 2018. Por lo tanto, una primera temática a dilucidar es: ¿unidad de la izquierda? o ¿pluralidad de las izquierdas?

Vivimos una situación anómala donde todo parece haber cambiado de significado. Las fuerzas políticas que se presentaban como símbolo del cambio aparecen ancladas al inmovilismo y sus privilegios; mientras que las posiciones defensoras del statu quo aparecen como portadoras de la transformación y la innovación. La anormalidad inicia con la alteración del principio que da orden al espacio político representado por la antítesis derecha-izquierda.

Se pensaba en una geometría política que partiendo del centro estaba formada por una izquierda y una derecha que expresaban su influencia en la toma de decisiones políticamente significativas dependiendo de la coyuntura histórica. La anomalía resulta evidente cuando se observa que el actual espacio político se encuentra ocupado no por una, sino por varias derechas. Es decir, por concepciones que persiguen los mismos objetivos con estrategias diferentes. Unas incómodas con la democracia, tecnocráticas y elitistas; otras, populistas, clientelares y plebiscitarias.

¿Pero qué pasa con la izquierda? Rijosa, inconcluyente, sectaria, muchas veces dogmática en su vida interna y antidemocrática en sus métodos de acción, la izquierda tiene frente a sí la oportunidad histórica para convertirse en fuerza de gobierno. Muchos piensan que la izquierda entendida como sistemática crítica reformadora de la sociedad puede sustituir al gobierno de la actual clase dirigente, pero la pregunta es si puede hacerlo esta izquierda, es decir, la izquierda mexicana realmente existente.

Esta concepción de la política vivió durante años el síndrome de la impotencia, el complejo de la derrota, marginada de los procesos de toma de decisiones e incapaz de articular un proyecto político alternativo socialmente creíble. Sin embargo, en la actualidad las condiciones han cambiado. Las transformaciones observadas permiten concebir a la izquierda como una fuerza capaz de ofrecer a la sociedad mexicana una perspectiva renovadora. Las tareas que tiene para constituir un gobierno de alternativa son inmensas y para ello debe asumir la democracia en serio, no como un medio sino como un fin en sí misma. Incorporar las prácticas democráticas como el eje central de su propia cultura política la colocaría nuevamente a la ofensiva dentro del proyecto de la modernidad. La izquierda por inventar requiere articularse en torno a una unidad programática pero que, al mismo tiempo, permita a las diferentes partes sociales expresarse a través de la pluralidad organizativa.

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@isidrohcisneros

 

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