Taparles la boca a los reporteros

Ciudad de México.- Muy graves las palabras que el consejero Jurídico de la Presidencia de la República, Julio Scherer Ibarra, dijo ayer ala periodista Carmen Aristegui: “Hay que taparles la boca a los reporteros”.

El talante autoritario del hijo de uno de los periodistas más importantes de México, don Julio Scherer García, dibuja de cuerpo entero el desprecio no solo del consejero Jurídico por los medios de comunicación, sino también el sentir en Palacio Nacional.

Hay verdadero odio a periodistas, conductores, reporteros, intelectuales, así como por todos aquellos que se atreven a pensar en un gobierno donde eso está prohibido. Y el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, lo demuestra todos los días.

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Aristegui intentó hacerle ver a Scherer su error, pero este insistió: “Hay que decirles a los reporteros, usted no puede preguntar de esto y no puede preguntar lo otro, porque entonces pone en riesgo al Presidente de que el INE le ponga una multa”.

El consejero debería mejor proponerle al mandatario no hablar de temas prohibidos por la ley. No es a los reporteros a quienes hay que “taparles la boca”, sino al Presidente, quien no tiene límites, pues su “pecho no es bodega”.

Las palabras de Scherer exhiben la intención de censurar y acabar con la libertad de expresión de este gobierno.

Atacar a los medios es un ejercicio cotidiano en Palacio Nacional y es un peligro para quienes ejercen el periodismo. Ni López Obrador ni nadie en su gobierno podrían controlar eventuales agresiones contra de comunicadores.

Horas después, Scherer quiso corregir. Escribió en Tuiter: “Lamento que una ´frase coloquial´ que expresé esta mañana, se confunda a un llamado a la censura. Nada más alejado de mis convicciones que eso. Mi respeto incondicional a los periodistas es absoluto. Ofrezco una sincera disculpa por ello”.

No se trató de una “frase coloquial”, es evidente la intención de este gobierno de callar a los medios de comunicación serios. Quisieran gobernar, porque eso es la conferencia matutina, solo con sus aplaudidores, a quienes les mandan lo que tienen que decir, porque a veces ni siquiera preguntan.

Haber ofrecido solo una disculpa, hubiera sido menos indigno.

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