Si Jesús volviera a Tierra Santa

Este texto lo escribí hace algunos años, pero mantiene vigencia y pertinencia y más en estas fechas y este tiempo

Ciudad de México.- La tierra donde vivió Jesús sigue siendo un lugar tan atractivo como explosivo.

Siria, Jordania, Israel, Líbano, Palestina y Egipto concentran buena parte de las contradicciones y de las dificultades de convivencia en el mundo moderno.

La ola de protestas en los países árabes tiene que ver con la decrepitud de gobiernos autoritarios y con muy largos periodos en el poder, pero la ausencia de explicaciones claras y la falta de previsiones responden a una suerte de lejanía con lo que ocurre en esos lugares, con la excepción de Israel, que tiene lazos irrompibles con Europa y con América del Norte (en particular Estados Unidos).

Régis Debray escribió en 2008 "Un candide en Terre sainte", haciendo un recorrido por esa laberíntica región que explica, en gran medida, la historia de las religiones más importantes.

El texto surgió como una idea de Françoise Maspero, quien quería realizar un largo viaje por los lugares que conoció Jesús, pero adentrándose en su complejidad actual. Maspero no hizo el viaje, pero Debray sí.

La investigación de Debray respondió también a una petición del entonces presidente de Francia Jacques Chirac, “uno de los raros hombres de Estado occidentales consientes de que hay un Oriente sobre el paneta”. Chirac quería tener una visión y un análisis inteligente la zona.

Tierra Santa atraviesa por un periodo difícil. Los traslados de Jesús serían casi imposibles en la actualidad, sin arriesgarse a la violencia o a las deportaciones.

Por ejemplo, si uno viaja a Siria,  tendrá que sortear múltiples obstáculos para tratar de entrar en Israel.

La paz es bastante endeble y sujeta a múltiples peligros, muchos de ellos detonados por fundamentalistas radicales.

Otro tanto ocurre en los sistemáticos periodos de tensión entre los israelíes y los palestinos. Para ir a Belén, que está en las orillas de Jerusalén pero es parte de Palestina, hay que pasar por un punto de revisión del ejército y muchas veces es muy difícil hacerlo.

Esto complica la vida y los negocios de los cristianos que habitan el pequeño pueblo donde está construida la iglesia de La Natividad.

Pero quizá el lugar más interesante sea justamente la ciudad vieja en Jerusalén. Cada Semana Santa se realiza ahí una celebración para recordar el martirio de Jesús y ahí están marcadas, con un realismo de siglos, las estaciones que recorrió antes de ser crucificado.

La convivencia de creencias, que explican inclusive la disposición de Jerusalén, dan pistas de cómo la religión y la historia se combinan y permiten el entender, aunque sea en parte, a esas extrañas y poderosas disposiciones que sólo la fe genera.

Al margen de lo que uno crea o no crea, es evidente que Jesús tendría mucho que decir si observara en que se ha convertido, para bien y para mal, su antiguo terruño.

*Publicado en La Razón el 22 de abril de 2011

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