Reformas educativas y democratización del aprendizaje

Ciudad de México.- En tiempos recientes, la profundidad y celeridad de los cambios en la educación mexicana marcaron los ritmos de la academia y de la sociedad. ¿Pero qué factores producen los cambios educativos?           

En una contribución anterior (Cantoral, 2019), aportamos elementos de juicio para contrarestar los intentos de peyoración social que vivió el magisterio en los úlitmos lustros (en verdad, este fenómeno no fue exclusivo de los países emergentes, ni por supuesto sólo de México), al discutir el rol fundamental del profesor en todo cambio educativo pues es en el aula donde se ejerce, en mayor medida, la función didáctica, mismo que acuñamos con la frase “el profesor no es el problema, es parte de la solución”.

Asimismo, incorporamos consideraciones sobre el carácter permanente de los procesos de cambio y sobre la obligada naturaleza temporal de las reformas específicas de un periodo, todo con el fin de persuadir a los actores educativos de la inexistencia de una única y última reforma que lo corrija todo. Asumo que ni la denominada “reforma de Peña”, ni la llamada “reforma de AMLO” alcanzarán por completo con lo que se propusieron, pues los horizontes señalados son sólo indicadores del rumbo. Esto es, los cambios educativos sin duda deben su origen a causas tan diversas como el fin político, pero también a la obsolecencia conceptual y metodológica propias del campo de estudio. Esto resultaría obvio bajo cualquier análisis, sin embargo, es usual que en el imaginario popular se confundan los cambios de gestión en el gobierno con los cambios en las áreas sustantivas de corte social: educación, salud, vivienda, seguridad, trabajo y ciencia y tecnología.

Este imaginario se alimenta de frases icónicas que utilizan por igual la “clase politica” como los “líderes de opinión”, conocimos por ejemplo la frase del senador Mario Delgado quien apuntó: “de la reforma de Peña, no quedará ni una coma” (Alemán y Rosas, 2018). Es claro que para quienes apuestan por frases metafóricamente belicistas dentro del argot mediático, como aquella de “tomar posición”, “retomar el rumbo”, “orientar las fuerzas”, “aquí, no pasarán”, “ir al frente”, “recuperar la plaza” y asi un largo etcétera, aspiran a construir audicencias, aunque no logran, por ese solo hecho, algún tipo de éxito en sus reformas.

Considero que una ganancia del debate reciente, consistió en clarificar que sólo la primera de las tres columnas de la reforma (laboral, pedagógica y didáctica) sería radicalmente modificada y en consecuencia no se pondría en riesgo la estabiliadad en el trabajo de ningún docente para fortalecer la confianza del magisterio y de algunas de sus corrientes sindicales. Pero las otras dos columnas, la pedagógica y la didáctica no han sido discutidas seria y profesionalmente.

En consecuencia, uno de los temas de campaña, la formación docente como condición para la evaluación, esté limitada, al menos por el momento, al asunto de la democratización laboral. Este concepto, si bien pertinente, todavía no se ha visto acompañado de acciones novedasas para la formación y el desarrollo profesional docente autónomo, de hecho por el contrario, en este año se tuvo una sensible reducción en la inversión del rubro, lo que augura un empobrecimiento en la oferta y el impulso exclusivo de la virtualidad, a la inversa de los modelos solicitados por los docentes: la presencialdad o la presencialidad con acompañiento virtual. Por decirlo de algun modo, “se hará lo mismo, pero más barato”.

Resta aun por atenderse un asunto para el adecuado tratamiento educativo de las nuevas generaciones, falta todavía la democratización del aprendizaje. Si bien la garantía del acceso a las aulas o la seguridad en la permanencia docente son logros importantes largamente anhelados, no garantizan por si solos el aprendizaje de la inmensa mayoría de las y los estudiantes.

Por otra parte, sabemos que al menos durante los siguientes dos años se seguirá con los diseños curriculares previos a la llegada del nuevo gabinete, lo mismo pasará con los libros de texto oficiales pues tampoco cambiarán sus contenidos súbitamente. Estos temas plantean un reto interesante que no requiere de la exclusión de ninguna de las voces, viviremos una reforma mixta que conserve a la vez que incorpore. Los temas laborales seguirán siendo el tema central del debate público y se incorporarán progresivamente asuntos de corrupción e impunidad, se hablará también del “huachicoleo” o el ahorro en la compra del papel para los libros de texto de la educación primaria, o para la adquisición del equipo didáctico basada en la tecnología digital, así como también en los procesos de contratación del personal, las famosas faenas que van y vienen con las plazas.

El tema sustantivo de las reformas educativas es, como se ha dicho, de la mayor importancia como para reducirlo al debate parlamentario o a la disputa política. Quizá por ello se impulsaron consultas sobre las que todavía flota un cierto tufo de activismo promovido por dos o tres fuerzas sindicales. Por mi parte considero que no hay reformas educativas buenas o malas a priori, sólo hay reformas con intenciones más o menos explícitas, que deben ser juzgadas por sus diseños, pero sobre todo por sus resultados. Así que seguiremos preguntando, hasta cuándo tendremos una política educativa de Estado y no de Gobierno. La niñez y la juventud no debate en las cámaras, sino que se forman en las aulas, con sus profesores y en las comunidades de las que forman parte.

Este, seguirá siendo el reto.

Referencias

Ricardo Cantoral (2019). Reformas y Contrareformas 2019. Capital CDMX, Enero 31.

http://capital-cdmx.org/nota-Reformas-y-contrarreformas-educ201931151

Vanessa Alemán y Tania Rosas (2018). No quedará ni una coma de la reforma educativa: Mario Delgado. Excelsior, Septiembre 13.

https://www.excelsior.com.mx/nacional/no-quedara-ni-una-coma-de-la-reforma-educativa-mario-delgado/1264596

 

 

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