Participación Electoral de las Mujeres

Ciudad de México.- El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) señala que la distribución relativa de la población, se ha incrementado -en el caso de las mujeres- levemente desde 1950, posicionándose éstas como el 51.4% del total de los habitantes del país en 2015.

La Lista nominal electoral aprobada por el Consejo Generaldel Instituto Nacional Electoral para la elección del 1° de julio de 2018, estuvo conformada por 51.8% mujeres (46,209, 837 millones) y 48.2% hombres (42, 913, 518millones). Según información publicada en la página de la Cámara de Diputados, la LXIV Legislatura se integra de 241 mujeres 48.3% y 258 hombres (51.7%), de ahí que se haya nombrado la Legislatura de la Paridad.

Otro dato por demás consistente, se refiere a la participación de las mujeres en las elecciones para la presidencia e intermedias de 2009, 2012, 2015 y 2018 a nivel federal, estatal y municipal. En la elección intermedia de 2009, la participación de las mujeres fue superior a la de los hombres en un 6.82 %; en tanto que para 2012, lo fue en un 8.30 % y para 2015 en un 7.94 %; finalmente en 2018 representó una diferencia de participación del 66.2% y 58.1%, mujeres y hombres respectivamente. También resulta que la participación electoral de las mujeres es más nutrida en la zona rural del país.

Y entonces surge la pregunta, ¿por quién votan las mujeres? 

Una rápida mirada a los resultados de las elecciones comprendidas entre 2009 y 2018 para diputaciones federales demuestra que viene en aumento el número de mujeres que son electas para representar alguno de los 300 distritos electorales de mayoría relativa. Aunque también se advierte que en otro número de distritos, durante el mismo lapso, resultaron triunfadores candidatas y candidatos de igual o distinto partido pero de manera alternada. En el distrito federal 9 de Jalisco, desde la elección del 2009 a la de 2018 ha resultado electa una mujer aunque de distinto partido y la votación valida recibida en cada una de ellas es relativamente consistente. Hablamos entonces de una población, hombres y mujeres, que ha confiado en el liderazgo ejercido por mujeres.

En los cuatro procesos electivos se advierte que la legislación electoral sí ha contribuido a alcanzar una mayor participación de las mujeres, primero mediante el establecimiento de las cuotas de género, y después con la Reforma Electoral de 2014 que hizo posible la paridad al rango de principio constitucional.

Si bien la participación electoral de las mujeres se ha incrementado en algunos distritos, además de los triunfos alcanzados para ocupar distintos cargos (diputaciones, senadurías, gubernaturas, alcaldías y municipios); resulta lamentablemente que el avance en la agenda de derechos humanos, económicos, sociales y políticos de las mujeres en su conjunto, no sea igual en todo el país. Ejemplos hay muchos, la renuncia de candidatas recién electas por motivo de violencia política y el incremento de la violencia feminicida hacia las mujeres y niñas.

Se mira contradictorio pero se explica en parte, porque las demandas de las mujeres fueron utilizadas como bandera de candidatos que una vez logrado su propósito, en nada o muy poco contribuyeron a mejorar las condiciones de vida de las mujeres y sus familias. Más bien, eliminaron desde el legislativo el marco jurídico que asegura el disfrute de sus derechos, en algunos graves casos permitieron que desde las políticas públicas se cancelaran acciones a favor de una vida digna para las mujeres.

Otro factor que se encuentra latente al apreciar y apoyar a una candidata son los llamados roles y estereotipos de género que impiden a las mujeres avanzar en el pleno ejercicio de s derechos, que refuerzan la asimetría entre mujeres y hombres.

Una mujer que logra sobreponerse al discurso egoísta, malintencionado y de chantaje que le es recriminado por participar en la política y hacer de ella parte de su vida pública, se encuentra en un privilegio que tenemos aún muy pocas, mismo que se traduce en el poder ser escuchadas a nivel público; peror ese privilegio también nos responsabiliza a ser sororarias y empáticas con esas otras mujeres que no logran superar la violencia simbólica, verbal, psicológica, económica y física que, en consecuencia, promueven y justifican el patriarcado y el machismo. Estoy segura que, con trabajo coordinado, todas las mujeres podemos arar en torno a la agenda antipatriarcal.

Finalmente en razón de la democracia representativa que nos caracteriza, deberán ser los partidos políticos los encargados de captar la atención de las electoras a través de sus liderazgos femeninos. Para ello resulta deseable el debate, al interior de los propios partidos políticos, sobre la participación de las mujeres en los espacios de toma de decisiones y dirección de los mismos; evitar la violencia económica hacia el trabajo organizativo y temático de género; la capacitación en materia de género; y todo aquello que conlleve hacer de la paridad de género una realidad en todos los rincones del país.

Hagamos de nuestro voto y particularmente del voto de la mujer, un ejercicio de reflexión del México al que aspiramos.

#NiUnaMás

#NiUnaMenos

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