Pablo Escobar: la última llamada

Ciudad de México.- En el piso 28 de las Residencias Torquemada, en Bogotá, oficiales del Comando Especial Conjunto, seguían los pasos de Pablo Escobar Gaviria.

Ahí se procesaba información de inteligencia, había manejo de fuentes humanas y despachaban especialistas en señales.

Durante 16 meses se hizo un trabajo puntual y por momentos extenuante.

En Medellín, en la escuela Carlos Holguín, se instaló un equipo de identificación y localización de señales.

En noviembre de 1993, en el piso 27 se instaló la familia Escobar, luego de su infructuoso exilio en Alemania. Los teléfonos del departamento estaban intervenidos.

El 2 de diciembre, Pablo Escobar habló en varias ocasionas con su mujer y con su hijo.

Escobar rompió una regla que lo había acompañado a lo largo de su carrera delictiva: la brevedad en las comunicaciones.

–Papá, no llames, que te van a matar—le pidió su hijo Juan Pablo, mientras revisaban un cuestionario para la revista Semana.

Antes le había dicho a su esposa: “Estate tranquilita, mi amor, que yo no tengo otro incentivo en la vida que luchar por ustedes. Yo estoy metido en una cueva, estoy muy, muy seguro; ya salimos de la parte difícil”. (Juan Pablo Escobar, Pablo Escobar, mi padre.)

Las llamadas fueron estableciendo el lugar donde se encontraba el narcotraficante, hasta determinar el punto exacto en la ciudad de Medellín.  

El Bloque de Búsqueda procedió al aseguramiento del narcotraficante más poderoso de la historia, quien sólo se encontraba en compañía de su guardaespaldas “Limón”.

Escobar, al verse cercado, intentó huir por los tejados y ahí recibió varios impactos de bala.

¿Quién dio el tiro de muerte? A decir del general Óscar Naranjo, que en aquella época tenía la responsabilidad de la inteligencia del operativo ha señalado que fue un miembro de la policía y que para protegerlo sólo se le conoce como “Sangre e ‘yuca’.

En los hechos también participó el mayor Hugo Aguilar e inclusive existe una foto con el cadáver, que en su momento generó más de una polémica, por lo que implicaba y por los riegos que sin duda podía desatar.

En el libro de Julio Sánchez Cristo, El cazador de la Mafia, que es una larga entrevista con el general Naranjo, se puntualiza muy bien este aspecto de aquel día tan importante, pero a la vez complejo para las fuerzas de seguridad colombianas.

Hace dos décadas y siete años de aquellos días de plomo y violencia, donde los criminales mostraron su peor rostro, en una cadena donde Escobar fue uno de los capítulos más importantes, pero no el último y mucho menos el definitivo.

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