Nazarenos, una tradición más que convicción

Ciudad de México.– El viacrucis patrimonio cultural de la Ciudad de México, está perdiendo la «fe y devoción» de quienes participan en la representación más importante de la Pasión de Cristo en el país. 

Nazarenos, estos personajes que año con año acompañan en su procesión a Jesús por los 8 barrios, portando vestido en satín morado, túnica blanca y pies descalzos, en su mayoría han dejado de lado el tema religioso y han optado por seguir una tradición, aunque sin convicción de lo que ello representa.

Para presenciar la 173 representación de la Pasión de Cristo, comenzó a llegar la gente desde temprana hora, otros tantos salían de sus casas para tomar lugar en la primera fila de lo que sería el viacrucis de Jesús de Nazareth.

Las historias de los nazarenos radicaban en devolver el favor a la divinidad, cumplir una manda y tener el honor de acompañar al actor principal, hoy los 4 mil representantes de los personajes bíblicos caminan entre risas, bromas, y ajetreo, sin saber a ciencia cierta el honor que implica ser un Nazareno.

Tradición,  fue la respuesta que dieron varios Nazarenos al cuestionarles el motivo de su participación, sólo uno de ellos cumplía una manda, quien entre sollozos y voz entrecortada hablaba de lo que realmente debería significar ser un Nazareno y pertenecer a esta festividad.

Víctor Rodríguez, oriundo del barrio de Santa Bárbara, caminaba en silencio mientras sus compañeros disfrutaba ser parte del show, él solo escucha, sabe que cumple su manda y devuelve un poco del favor que recibió. Víctor carga una cruz de aproximadamente 15 kilos, jamás se queja, no lo cambia de brazo, lo lleva en el costado izquierdo cerca del corazón, «Es mi Cristo, el me da y presta vida» hace una pausa, suspira, «Le pido que le preste vida a mi familia, y si él me presta vida lo seguiré haciendo».

Los Nazarenos más pequeños no entienden, miran al de a lado y le preguntan por qué están ahí,  el más grande sonríe,  el tampoco sabe a ciencia cierta. Saben que deben, después del cuarto barrio ya no pueden, el suelo está caliente, hay cristales rotos y heces fecales de caballos, aun así caminan, se empujan, se ríen,  bromean, se quejan y vuelven a reír.

Los niños cargaban cruces de 20 kilos, sus padres ayudaron, sus padres gritaron, sus padres inculcaron una tradición que ellos aceptan sin tener la convicción.

Los espectadores se emocionaron, los extranjeros se sorprendieron, los vecinos solo se sentaron a contemplar lo que saben que sucederá año con año, todos se amontonaron, todos quisieron ver los pies lastimados y sucios de los Nazarenos.

Cuatro mil Nazarenos fueron observados y aclamados; se cansaron, se tiraron al piso, se recargaron unos en otros, pero aún así pensaron que tienen todo un año para descansar y volver a la tradición de ser un Nazareno en la Procesión, aunque ya no con la misma fe de antes.

 

 

 

 

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