Marca ciudad: CDMX

Ciudad de México.- Uno de los problemas de nuestra clase gobernante, si no es que el principal, es que parecen creer que lo público es suyo, que les pertenece.

 

Nos hemos acostumbrado a que cada que inicia una nueva administración −de cualquier orden de gobierno−, quienes llegan lo primero que hacen es cambiar la imagen de la esfera de su ámbito de competencia. Normalmente empiezan por lo más sencillo, pero lo que más se ve: es la paleta cromática (generalmente privilegiando los colores del partido político en que militan) y los logotipos institucionales, los cuales se estampan en cada rincón disponible para ello: papelería, documentación oficial, bardas, parques y hasta el transporte concesionado. Todos quieren llegar a imponer su propio sello al gobierno, no sólo en el estilo de tomar decisiones o el tipo de políticas a implementar, sino en la imagen, como si les perteneciera la identidad del país, del estado o del municipio.

 

La Ciudad de México desafortunadamente no está exenta de estos males. En 2015 el entonces Jefe de Gobierno anunció con bombo y platillo que el Distrito Federal dejaría de ser tal y se transformaría la Ciudad de México. Esto derivó en un sinfín de acciones electorales, legislativas, jurídicas y de control de constitucionalidad que permitieron dotar de una nueva naturaleza jurídica y un marco normativo totalmente nuevo a la que ahora es la entidad federativa 32. De esta forma, en 2016 a donde volteáramos no podíamos escapar de los incontables letreros que decían “Adiós DF, hola CDMX” y a pesar de esto, el principal cambio percibido por la ciudadanía fue en la cromática de los taxis y microbuses.

 

Las elecciones de este año llevaron a la primera alternancia en el partido que encabeza el gobierno de la Ciudad de México, desde que aquí se eligen democráticamente los gobernantes. Claudia Sheimbaum, emanada de Morena, será a partir del 5 de diciembre próximo la nueva Jefa de Gobierno. En virtud de esto, uno de los primeros cambios que anunció fue el del logotipo de la Ciudad, el cual se elegiría por medio de un concurso abierto a la ciudadanía.

 

En días recientes se dio a conocer el resultado de dicho concurso y el nuevo diseño, causando una gran polémica tanto por el tema mismo de tener que cambiar la identidad de la ciudad, hasta la discusión sobre la originalidad del diseño ganador.

 

Pero más allá de esto, me parece que el tema de fondo es la estrechez de miras de nuestros gobernantes. Pues bajo esta lógica de querer imprimir SU sello personal a la administración que encabezan, se desarrollan planes de gobierno y políticas públicas que buscan generar réditos y reflectores en relativamente poco tiempo, más que cambios profundos en las poblaciones gobernadas. Es decir, se piensa en la próxima elección y no en la próxima generación, como lo haría un estadista.

 

Estas lógicas de corto plazo terminan por imposibilitar la construcción y consolidación de una marca de ciudad. En cualquier corporación la marca es uno de los activos intangibles más valiosos con los que se cuenta, y en algunos casos es incluso el más valioso de todos. Es por ello que se invierten importantes cantidades de dinero en construir una marca que identifique el producto con los consumidores.

 

En el caso de los países o las ciudades el supuesto no es muy distinto, la construcción de la marca país o ciudad es algo que lleva años construir, y que necesita de importantes esfuerzos económicos y de otro tipo para su consolidación.

 

Para una ciudad como la nuestra, los esfuerzos económicos tienen que ver con desarrollo de espacios públicos de calidad, infraestructura urbana, sistemas de transporte público eficientes y dignos, seguridad pública y sí, también el contar con una basta oferta cultural y de entretenimiento que va desde los museos hasta actividades deportivas como partidos de la NFL y la NBA, y también la Fórmula 1, pasando por conciertos, festivales de música y una oferta gastronómica de calidad mundial.

 

De acuerdo con la consultora Resonance, las 10 marcas de ciudad más valiosas son:

1. Londres

2. Singapur

3. Nueva York

4. París

5. Sídney

6. Ámsterdam

7. Los Ángeles

8. Tokio

9. San Francisco

10. Toronto

 

Esto nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de dejar de privilegiar la banalidad de los “logos de administración” y empezar a pensar en la importancia de construir una marca ciudad que contribuya a construir prosperidad de largo plazo para quienes aquí vivimos.

 

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