Los que mataron a Abel Murrieta

Ciudad de México.- Abel Murrieta quería ser alcalde de Cajeme, en Sonora y contendía por Movimiento Ciudadano. La tarde del jueves lo asesinaron mientras repartía propaganda. Es un hecho terrible y lamentable.

Desde hace meses se advertía de las condiciones de riesgo en que se están desarrollando las campañas. Por las condiciones de polarización no se ha reparado, con el debido cuidado, en el desafío que plantea la acción de los criminales, matando o intimidando a aspirantes que no son de su agrado. Hace unos días me referí a ello y a las muertes de 70 personas relacionadas con las disputas electorales.(https://wp.me/pc5928-1Mb).

El ambiente no ayuda a la civilidad y más bien la trastoca. Los criminales actúan ahí donde ven fisuras y debilidades, donde saben que las probabilidades de salir impunes de sus actos son muy altas. Ojalá, por el bien de todos, no sea el caso.

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Más vale que todos los órdenes de gobierno y la clase política en su conjunto atiendan y planteen soluciones a lo que está ocurriendo o se puede desbordar en cualquier momento. En coyunturas como esta, es en la que se tienen que dejar de lado mezquindades y concentrase en la defensa del Estado de Derecho. ¿Lo harán todos? Lo dudo, pero espero equivocarme.

Los que mataron a Murrieta aprovecharon la degradación de las condiciones de seguridad y la banalización de la violencia. Mientras no se entienda dónde están realmente los riesgos a la democracia mexicana y a su gobernabilidad estás situaciones pueden continuar ocurriendo.

Por ello, la sociedad y sus organizaciones tendrán que continuar en el empeño de señalar errores y acompañar soluciones. Desde hace décadas lo han hecho y con resultados.

Las instituciones de seguridad, en democracia, tienen la tarea de establecer límites a los bandidos, de dejar claro que fronteras no se pueden pasar. La muerte del candidato de Movimiento Ciudadano es un agravio para todos y ojalá así se entienda.

Murrieta, por lo demás, no era cualquier candidato. Durante 9 años fungió como procurador del estado, en los gobiernos de Eduardo Bours Castelo y Guillermo Padrés Elías.

Era, además, el abogado de la familia LeBarón y quien los ayudaba en el proceso terrible que implica la indagatoria sobre el asesinato de nueve integrantes de esa familia, asediada, como pocas, por el crimen organizado, pero guardianes, a la vez, de una gran dignidad.

Triste Sonora y triste México.

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