Lealtad a ciegas

Ciudad de México.- La designación de Delfina Gómez como titular de la  Secretaría de Educación Pública (SEP) cumple con el deseo del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador: lealtad a ciegas.

Sin experiencia en la administración pública federal, la mexiquense ocupará el escritorio de José Vasconcelos.

En un gobierno donde las decisiones se toman de manera unilateral, sin consultar ni escuchar a nadie, Gómez está destinada a jugar el mismo papel que la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero.

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A la ministra en retiro le quitaron las funciones esenciales de un Ministerio del Interior, como la inteligencia y dejaron prácticamente sin presupuesto áreas clave, como la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres y otras que en sexenios anteriores tuvieron relevancia.

Por desgracia Sánchez Cordero solo tiene el nombramiento. Es lo único. Lo mismo pasará con la maestra Delfina Gómez.

Nombrar a la mexiquense como titular de la SEP tiene el claro propósito de acercarse al magisterio y, sobre todo, tener al frente de una de las dependencias más importantes a una persona dócil que su única respuesta sea: sí, señor Presidente.

De nada sirve tener nueve mujeres en el gabinete. No tienen poder de decisión, porque en México se gobierna desde una conferencia de prensa matutina en donde las ocurrencias y el espectáculo son la característica única.

Gómez es senadora con licencia. Al principio del gobierno fue nombrada delegada federal de programas del Bienestar en el Estado de México.

De 2013 a 2015 fue presidenta municipal de Texcoco, de donde salió con acusaciones de haberse otorgado una liquidación de más de 400 mil pesos.

Además, el 4 de mayo de 2017, una investigación de El Universal reveló que en su gestión como alcaldesa cobró diezmo quincenal a 417 empleados de confianza, dinero entregado al grupo de acción política de Morena en el municipio.

Al presidente no le gustan los contrapesos. Al interior de su gobierno no hay quien se atreva a contradecirlo, y los organismos constitucionales autónomos son atacados y desacreditados desde la tribuna presidencial.

Es la historia de un gobierno unipersonal, donde nadie tiene voz ni voto. Se hace únicamente lo que quiere y ordena el Presidente.

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