Las filas del oxígeno

Ciudad de México.- Hay de filas a filas. Las peores de todas, las más inquietantes, son las que realizan quienes esperan el llenado de tanques de oxígeno.

jAhí cada minuto es un tormento,  porque hay que intentar volver a los domicilios para aliviar a quienes se contagiaron de Covid-19 y disminuyó su nivel de oxigenación.

Están en esa situación porque sus enfermos no alcanzaron lugar en los hospitales o porque decidieron, por las más diversas circunstancias, enfrentar al virus con sus propios medios.

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Las familias tienen que aprender dónde se despacha mejor y cuáles son los horarios para adquirir el oxígeno. Por ejemplo, en las noches puede ser menos complicada una recarga, pero vale mucho más.

Hay decisiones definitivas: ¿Cuántos tanques adquirir y de qué capacidad para poder alternarlos? Claro, si hay recursos para ello.

Las horas pico son un espanto fuera de los locales, porque el oxígeno se termina y entonces, quienes pueden peregrinan por colonias y centros hospitalarios inician una carrera contra el tiempo y los que no están en posibilidades de hacerlo esperan, como tienen que hacerlo sus enfermos.  

Hay también momentos tristes, como aquel del viejo que se enteró que el tanque que había comprado era pirata y no tenía las condiciones para ser utilizado sin riesgos. Lo esperaba su hermano en casa y no le llevaría buenas noticias.

Las hay buenas, y se expresan en los rostros de quienes lograron adquirir un concentrador de oxígeno. No es fácil, porque escasean y son muy caros. Los de renta están ocupados desde hace meses y las listas de espera son tan extensas que se vuelven inútiles.

Pero esas filas se integran, además, por personas que se encuentran al límite, que probablemente también estén contagiadas o que lo estarán en poco tiempo, porque se volvieron enfermeros, de un momento a otro, cuando les estalló una marea poderosa e incontenible que irá transformado sus propias vidas.

Pero son a la vez guerreros, que no van a descansar ni un minuto y que se las ingeniarán para ayudar a sus seres queridos, ante una amenaza que la humanidad no había padecido en siglos.

En internet suelen ofrecer tanques a precios accesibles –dentro de la inflación que cobija la pandemia—pero muchas veces se trata de un fraude. Exigen un depósito y después desaparecen. Es una crueldad criminal fría y sin matices. Saben que quienes los buscan lo hacen por asuntos de vida o de de muerte y lo aprovechan.

Sabíamos poco del oxígeno, no del que de modo natural respiramos, sino el que se tiene que comprar cuando las urgencias apremian. Es de esas enseñanzas que provienen del centro de las tragedias y que muestran la fragilidad en la que nos encontramos.

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